Día Internacional de Conciencia sobre el Ruido último miércoles de abril

Paz

Alfonsina Storni
Vamos hacia los árboles... el sueño
Se hará en nosotros por virtud celeste.
Vamos hacia los árboles; la noche
Nos será blanda, la tristeza leve. Paz

Vamos hacia los árboles, el alma
Adormecida de perfume agreste.
Pero calla, no hables, sé piadoso;
No despiertes los pájaros que duermen.

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Anidando en el porche

sábado, 20 de junio de 2009

Comunicación, ruido y fe

Doraldina Zeledón Úbeda

Primero, aclaro, nada tengo en contra de ninguna religión. Sí tengo mucho a favor de la salud, la paz y la tranquilidad; la libertad y demás derechos humanos que el ruido quebranta.

Cada religión tiene sus ritos, sus costumbres. Para los católicos, se debe orar en silencio. Los evangélicos hacen lo contrario. ¿Por qué pedirles silencio? Leyendo la Biblia encontré expresiones a favor de ambos: orar en silencio o en voz alta; pero no he podido encontrar una expresión que aliente a gritar o al ruido estridente. “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” dice el Evangelio de Mateo.

Alguien me decía que no tenía por qué esconder su fe, que debe demostrar su alegría, con cantos y alabanzas. Perfecto, pero sin que la alegría alcance altos decibeles que enfermen y lleven tristeza a otros. Quizás los evangélicos se basan en la expresión de San Pedro “la fe viene por el oír”. Para que la gente crea, tiene que oír. Pero si el ruido daña el oído, no puede oír. ¿No habría fe?

También los católicos hacen ruido: durante las purísimas, semana santa, fiestas patronales. Y ante la muerte, el católico llora, a veces grita. El evangélico alaba a Dios, llora en silencio. En el fondo, ambos tienen objetivos comunes: la salvación, anunciar el Reino de Dios, ayudar al prójimo.

Jesús envió a sus discípulos a divulgar el Reino de Dios. ¿Pidió que lo hicieran en silencio o con ruido? La respuesta la encontramos en sus formas de comunicación: parábolas, milagros, visitas, pláticas. ¿Lo haría gritando? Sus hechos y circunstancias son el principal mensaje: ¿Por qué nació en un pobre pesebre y entre animales? ¿Por qué entró a Jerusalén en un burrito? ¿Por qué sacó a los mercaderes del templo? ¿Por qué compartió el pan y el vino? ¿Por qué fue crucificado entre dos ladrones? ¿Y qué más comunicación que el silencio en la cruz? ¿Por qué no pataleó, gritó y se soltó?, en cambio dijo “perdónales porque no saben lo que hacen”. Como vemos, el mensaje es el propio Jesús, por eso “la palabra se hizo carne”.

“La fe, si no va acompañada de obras, está muerta en sí misma”, dice el apóstol Santiago. De nada servirían cultos y misas sin la práctica. El Padre Odorico, de San Rafael del Norte, no utilizó grandes parlantes para obligar a la gente a escuchar; más bien hablaba en voz baja (así lo recuerdo). Su obra espiritual crece inclusive ahora; por eso, como me han contado, los creyentes se desbordan desde las montañas y van en caravanas desde las ciudades, para conmemorar el día de su muerte. ¿Entonces, será necesario el sonido intenso para atraer feligreses? Si Jesús estuviera ahora, aquí, ¿haría uso de los megaparlantes que esta sociedad de consumo nos ofrece? Creo que no, porque él curaba y el ruido enferma.

Si Dios nos dio un sistema auditivo que no soporta los sonidos intensos, ¿por qué el ruido estridente para alabarlo? Cuando me protejo el oído, cuido la obra de Dios. Durante el programa “Camino de Emaús”, de Michèle Najlis, yo comentaba algo que, a mí, que tan poco sé de religiones, me dice una gran verdad: canta Ricardo Arjona: “… la naturaleza no se equivoca y si te hubiese querido con ropa, con ropa hubieses nacido”. Me parece genial. Me imagino vestida de plumas ¡y con alas! Con traje de guardabarranco o de quetzal. Pero está perfecto éste de piel humana “ajustado a tu figura”. Arjona habla de la naturaleza, no de Dios. Pero si Dios la creó, si hubiese querido que nos comunicáramos a gritos, nos habría dado un sistema auditivo que tolerara los 130 decibeles. O un sistema nervioso, circulatorio o mental que no se enfermara por falta de sueño ni por exceso de ruido. Pero no, el oído es para comunicarnos y si gritamos es difícil hacerlo. Y no sólo la palabra es comunicación, también la escucha, para escuchar se requiere silencio y tener bueno el oído.

Entonces, ¿por qué megadecibeles en los cultos? ¿Dónde queda el respeto por el ser humano, dónde la libertad de los vecinos que se ven obligados a escuchar? ¿No bastan amplificadores moderados y las técnicas de la oratoria para llevar el mensaje? ¿Dónde queda el mandato de Jesús que “los envió a predicar el Reino de Dios, y a dar salud a los enfermos”?, como leí en San Marcos. Parece necesaria una reflexión en las iglesias, para alabar a Dios sin afectar la salud ni la libertad ni la paz de los vecinos.

Me queda la inquietud, una contradicción que no me explico: Jesús pidió amarnos los unos a los otros, ¿por qué entonces, quien siegue sus enseñanzas, maltrata a los otros? ¿Por qué si las iglesias buscan ayudar al prójimo, hacen uso de sonidos intensos, que llevan a la desesperación? ¿Por qué si Jesús sanaba, ellas enferman? La gente ya no aguanta y lo denuncia. Pero no escuchan ni moros ni cristianos.

A mí, literalmente, me enferma y desespera la pólvora de la iglesia católica durante las madrugadas de diciembre. Quisiera tener alas para ir a buscar un nido en una montaña. O un colchón en el fondo del agua. No en el lago de Managua, porque sería un colchón de basura, me asfixiarían los olores y me aturdirían más los ruidos del malecón.

doraldinazu@gmail.com
Publicado en El Nuevo Diario, Managua.
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Credo
Amado Nervo

¿Preguntas en qué creo de fijo? No recato
mi confesión de fe, muy simple y cristalina:
Creo en Dios y en el noble sulfato de quinina.
y a veces creo en Dios... ¡pero no en el sulfato!

Lo demás, es acaso, puede ser y quizá;
lo demás, son dos mil años de discusiones;
es mucha teología, muchas definiciones,
sobre algo indefinible que envuelto en sombra está.

... Pero si me preguntas qué es lo que amo, verás:
¡Amo a Cristo Jesús!
-¿Haya o no haya venido?
- ¿No amamos tantas cosas que nunca han existido?
¿No amamos tantos seres qué no veremos más?
¿Piensas qué necesito dioses de carne y hueso
para adorarlos? Yo adoro las ideas
hechas dioses...
- ¿Aun cuando nunca esos dioses veas?
-¡Quién sabe si los amo justamente por eso!

miércoles, 3 de junio de 2009

Día del Ambiente Sonoro Saludable

Doraldina Zeledón Úbeda

La tierra dice: "¡No me odies!, Mira, yo soy tu madre.
¿Por qué me pisoteas con dureza?
Los tacones herrados de tus zapatos rudos me marcan
ignominiosamente.
Si soy toda suavidad para contigo,
¿Por qué no te descalzas?".
Salomón de la Selva.

Todos tenemos derecho a un ambiente saludable (Art. 60 Constitución), lo cual implica un ambiente sonoro saludable. Y el deber de protegerlo. Pero en todas partes hay ruido. A veces hasta en las actividades en pro del medioambiente. ¿Por qué? Quizás no se ve como un contaminante. Generalmente, cuando se habla de emisiones y contaminación del aire, no se le toma en cuenta.

Se ha considerado el medioambiente relacionado principalmente con lo natural, no como el medio, el entorno en el cual se desenvuelve un ser vivo. Por eso ha predominado la preocupación por lo verde y lo que conlleva. Medioambiente es eso y más. Y el ruido es más que una molestia. Es una pandemia para la que no se han inventado pruebas ni vacunas ni cercos epidemiológicos, pero que sí mata. Y también afecta la economía.

Para analizar el problema de la contaminación acústica necesitamos desmenuzar el concepto de medioambiente en general y delimitarlo al entorno del individuo, ya que el ruido se da en un ambiente específico. Hay una definición que me parece interesante, de Gerardo Barrantes. Ve el ambiente como el “entorno vital, el conjunto de elementos físicos, biológicos, económicos, sociales, culturales y estéticos que interactúan entre sí, con el individuo y con la comunidad en que vive, determinando su forma, su carácter, su comportamiento y su supervivencia. En términos más específicos, el ambiente sería el sistema constituido por el ser humano, la flora, la fauna y los microorganismos, el suelo, el agua, el aire, el clima, el paisaje; las interacciones entre los factores citados y los bienes materiales y el patrimonio cultural “

De aquí podemos desprender que el ser humano es también parte del medioambiente, con toda su cultura, incluyendo la cultura del ruido. Que el medioambiente no sólo está formado por una serie de factores, sino, también, de las interrelaciones entre éstos. “El ambiente es una combinación compleja entre lo natural y lo social, lo que obliga a realizar una valoración del daño ambiental más allá de las consecuencias sobre el medio natural”, agrega Barrantes. De ahí la preocupación que debería haber por incluir el ruido en los estudios de impacto ambiental. Y aplicar los principios de prevención y precaución en las diferentes actividades y proyectos ruidosos. Para que el ambiente sea saludable se necesita no sólo que favorezca la salud física, sino que haya situaciones propicias para la salud síquica. El ruido afecta a ambas.

Me gusta mucho esta afirmación en una sentencia española, aplicable en cualquier país, inclusive donde el estómago vacío hace ruido: “Un ambiente en condiciones aceptables de vida, no sólo significa situaciones favorables para la conservación de la salud física, sino también ciertas cualidades emocionales y estéticas del entorno que rodea al hombre» (Tribunal Supremo, 70/2001, Sala de lo Civil). Y el ruido nos roba esas cualidades emocionales y estéticas del ambiente, que nos permiten crear, descansar, leer, escuchar o simplemente deleitarnos con nuestra música favorita o una puesta de sol.

Hay otro concepto (Guillermo Cano) que también considera el ambiente integrado por varios elementos: los recursos naturales útiles al hombre; los fenómenos naturales nocivos (terremotos, inundaciones); el ambiente cultivado, los recursos naturales producidos por el hombre; el ambiente creado, como la construcción de edificios hasta productos industriales y también ruidos, olores, sabores. (Material didáctico, FLACSO Argentina). El ruido es parte del ambiente creado, producto de “una combinación compleja entre lo natural y lo social”, que entra al ambiente que rodea al individuo.

La Ley General del Medio Ambiente y los Recursos Naturales de Nicaragua también define el ambiente como un sistema de elementos naturales, culturales y estéticos que interactúan entre sí, con los individuos y con su comunidad (Art. 5, Ley 217). Entonces, el medioambiente saludable consistiría en la calidad de sus elementos y relaciones, de tal manera que aseguren la salud de las personas, los otros seres vivos y demás elementos del ambiente.

Con respecto al sonido podemos considerar el medioambiente como el entorno sonoro vital del individuo, con sus elementos naturales, sociales, económicos, culturales, psicológicos, estéticos, recreativos, que influyen en el desarrollo integral de su personalidad, lo que conlleva la realización de su vida privada, familiar, profesional, social, y el disfrute de sus derechos.

En síntesis, el medioambiente no es sólo lo verde ni sólo lo natural, sino la combinación de una serie de factores naturales y de origen antrópico. El ambiente sonoro es el conjunto de sonidos en un entorno, que llega a los oídos en un lugar y momentos dados (F. Miyara). Y ambiente sonoro saludable es el entorno sin contaminación por ruido; el entorno acústico en armonía, que no afecte la salud, física y psíquica, ni las relaciones entre las personas.

Entonces, ¿por qué no descalzarnos, tanto de los tacones como de todos los instrumentos, maquinarias, equipos y acciones rudas, para evitar hacer ruido, al menos el día mundial del medioambiente? Y que también sea el “Día Mundial del Ambiente Sonoro Saludable”.

Fuente: Derecho a un ambiente sonoro saludable: garantías jurídicas.
doraldinazu@gmail.com

lunes, 1 de junio de 2009

Afectados por el ruido: varias veces víctimas

Doraldina Zeledón Úbeda
END - 16:33 - 31/05/2009

Moriré si el silencio es tan necesario como parece para el que quiere retirarse al estudio.
Séneca. Epístola LVI a Lucilio.

Muchas veces las personas afectadas por el ruido prefieren aguantar y no reclamar, pues sienten que andan de estación en estación y su viacrucis de nada sirve. Realmente se viven situaciones estresantes y de impotencia. Es que el ruido y todo lo que conlleva es como una tiranía. Veamos algunas de las agresiones por las que pasa una persona que reclama:
Primero, está la agresión acústica del propio ruido. Luego, es tratado de problemático, invivible. De víctima se convierte en agresor. Si interpone una denuncia, generalmente, tardan en responder. Cuando la inspección llega, tiene que aceptar la “invasión a su intimidad”, como expresan algunos cuando llegan a medir los niveles sonoros en su dormitorio. ¿Es necesario? Primero debería hacerse el control en la fuente que origina el ruido. Por ejemplo, ir a la discoteca para asegurar el nivel sonoro adecuado y comprobar el aislamiento acústico. No sólo que esté completamente cerrada sino que “impida la emisión de sonidos, música o ruidos fuera de los locales” (art. 534 Código Penal). Después, medir el ruido fuera del edificio y frente a la vivienda de los afectados. Si con esto se comprueba que se sobrepasan las normas, quizás no sea necesario “invadir la intimidad”. Algunas veces puede serlo. Se debería establecer una indemnización por invadirla, a pagar por el contaminador.
Y cuando se hace la medición, el afectado se ve obligado a aceptar los niveles sonoros que disponga la inspección, no lo establecido. Si para el interior de un dormitorio la ley establece que el máximo nivel sonoro del ruido continuo es de 30 decibeles medidos con la escala A del sonómetro (30 dBA), eso es lo que se debe tomar en cuenta. A veces se razona que se pueden aceptar unos cuantos decibeles más. Sin embargo, con 33 dBA ya es demasiado, pues el incremento de 3 dBA significa el doble de la energía sonora (Brüel & Kjael). Por esta razón, la ley laboral establece que después de 85 decibles, por cada 3 decibeles que se sobrepasen se debe reducir el tiempo de exposición a la mitad.
Según un informe, en un dormitorio el sonómetro marcó 49 dBA en el ruido continuo, entonces dijeron que con 39 estaba bien, 10 decibeles más. Esto lo determinaron bajando el volumen poco a poco hasta que el afectado aceptara un determinado valor; es decir, no llegaron a hacer cumplir lo que dice la ley. Además, no es igual la afectación cuando hay más personas y se está levantado, que cuando se está queriendo dormir.
Después de la inspección, la persona que interpone la denuncia no recibe copia del informe, tiene que solicitarlo por escrito y esperar varios días. Es una pérdida de tiempo y recursos, para él y para las instituciones. Y si hay una resolución administrativa y no se cumple ni se le da seguimiento, vuelve el ruido.
Además, es víctima por la falta de prevención de parte de las autoridades al otorgar licencias sin que se cumplan los requisitos. Realmente se hace control porque no hay prevención. Si hubiese ordenamiento territorial, si el local contara con un verdadero aislamiento acústico, si se controlara el volumen en los equipos de sonido, se respetaran horarios y se les diera seguimiento, serían menos las afectaciones. Si las autoridades de salud tomaran en cuenta el ruido antes de otorgar una licencia, quizás no habría que ir a medir hasta el dormitorio. Y si se hicieran inspecciones de oficio, el sufrimiento sería menor, especialmente cuando hay temor hacia los poderes económicos, políticos, religiosos.
Si hacemos un recuento de lo expuesto, las personas afectadas por el ruido son víctimas más de una docena de veces. ¿Cuánto más lo será si continúa el proceso? Por eso hay que tomar una actitud activa, pues al ser víctimas tantas veces, podemos terminar trituradas. Hay que tener un poco de paciencia (que a veces escasea como los sonómetros), pues esto es relativamente nuevo aquí y seguramente no se cuenta con los equipos ni con el personal necesarios. Faltan normativas claras, leyes y ordenanzas especiales y amplias sobre el control del ruido, no un artículo. Y en el caso del Código Penal, la agresión comienza desde los legisladores, pues decidieron que el ruido es una simple falta, lo cual implica cambios en el proceso y el afectado se siente más desprotegido.
A todo esto hay que sumarle la pérdida de sueño, los problemas de salud, cambios de carácter (me decía un profesor que ante el ruido lo que siente es “arrechura”) las afectaciones en el trabajo, las relaciones, la economía y la violación de varios derechos humanos.
Sin embargo, no hay que desistir. Algún día volveremos a dormir tranquilos y a escuchar el canto de las aves en las ciudades, aunque sea en el cementerio, si es que todavía quedan árboles que los alberguen. O a lo mejor, a falta de árboles y aves, nos instalan pajaritos de cemento con cantos de hierros. Pero mientras podamos, no debemos claudicar. Por la salud de los que quedan y de los que vendrán.

http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/4897