martes, 12 de julio de 2011
Turismo sin ruido
Doraldina Zeledón Úbeda
Dice la Carta de Turismo Sostenible de Lanzarote: “El desarrollo turístico deberá fundamentarse sobre criterios de sostenibilidad, es decir, ha de ser soportable ecológicamente a largo plazo, viable económicamente y equitativo desde una perspectiva ética y social para las comunidades locales.” Si el turismo genera riqueza en detrimento del medioambiente y de la salud de la población, no contribuye al desarrollo sostenible.
Según la Constitución, todos tenemos derecho a un ambiente saludable lo mismo que al trabajo. Y estos derechos no tienen por qué ser excluyentes, lo que se necesita es regular las actividades y hacer de la industria sin chimenea, también un negocio sin bocinas.
El turismo es uno de los motores que impulsan la economía, pero también implica impactos socioculturales y ambientales (positivos y negativos). Requiere de la población y del medioambiente, por tanto debe respetarlos y protegerlos. Y la comunidad necesita del turismo. Entonces, es bueno organizarse de forma que todos los sectores armonicen para beneficio mutuo, aunque la Ley de General Turismo no contempla derechos y obligaciones para los pobladores, como lo hace para turistas y empresas del sector.
Hace poco me llamó un señor de San Juan del Sur, me contaba que ya no aguantan el ruido, que necesitan del turismo, pero no es preciso estar las 24 horas con música ni tenerla al máximo volumen. Que han reclamado de varias formas y no les resuelven. Sería interesante encuestas de satisfacción también para los pobladores, no sólo para los turistas.
El Reglamento de alimentos, bebidas y diversiones, establece que la empresa será responsable de tomar las medidas necesarias para evitar que residuos, olores, ruidos u otras situaciones molestas, incomoden los espacios públicos y vecinos. Entonces, la evaluación de la calidad de los locales debería incluir la calidad del ambiente acústico y la no afectación del entorno. Pero en los restaurantes del frente costero, el ruido es tan estridente que no se puede disfrutar a la vez de un almuerzo y la vista al mar.
La salud del medioambiente nos dice cómo está la salud de la población. También nos da referencia de la educación y desarrollo del país. Y si hay ruido, como éste enferma, no habría por qué esperar que los habitantes denuncien y demanden atención. Parece que todavía no nos hemos clarificado de los efectos que causa y lo consideramos como algo a lo que nos podemos acostumbrar, más aún si las actividades generan divisas. Pero ambas cosas pueden darse y hacer turismo sin tanto ruido
En algunos casos se toma la tranquilidad como condición para elegir el destino. Y si no se tiene en cuenta, el hecho es que los turistas permanecen sólo unos días, o pueden buscar un hotel retirado o con debido aislamiento acústico. Mientras que los habitantes están todos los días obligados a escuchar la música en vivo y los equipos de sonido hasta el amanecer. Luego viene la limpieza de locales y calles y la entrada de vehículos. Descansar les es imposible.
La citada Carta de Lanzarote dice: “La contribución activa del turismo al desarrollo sostenible presupone necesariamente la solidaridad, el respeto mutuo y la participación de todos los actores implicados en el proceso, tanto públicos como privados.” Esto nos lleva a la necesidad involucrar a la comunidad. Sin embargo, cuando no se le tiene en cuenta ni se han tomado medidas de control, debe unirse para que se propicie un ambiente que no perjudique su salud, pues “toda opción de desarrollo turístico debe repercutir de forma efectiva en la mejora de la calidad de vida de la población”, según la Carta, que me dio más elementos que las leyes nacionales, en este aspecto. Y no puede mejorar la calidad de vida, si la gente se enferma.
En general, se necesita una regulación para que el turismo contribuya con el ambiente acústicamente saludable. Es tarea de todas las instituciones y sectores involucrados. Y no sólo implica normar niveles sonoros, sino una serie de medidas preventivas y correctivas, desde que se solicita el permiso para la actividad: ubicación, construcción, horario, parqueos. Regulación del tráfico, incluido el uso de la bocina y la música dentro del vehículo. Podría haber supervisores ambientales que vean, además de las otras formas de contaminación, la problemática del ruido.
También es necesario tomar en cuenta el uso de equipos portátiles entre los turistas, pues cada quien lleva su grabadora o enciende el equipo del vehículo y todos con el máximo volumen. Una campaña de educación ambiental ayudaría mucho.
Hay otras acciones relacionadas, como establecer un horario para el aseo de locales y calles, ordenamiento de negocios en el frente costero, parqueos retirados de la playa; crear espacios verdes, paseos, vías para bicicletas. Y seguridad. Todo esto permitiría recuperar la playa y evitaría la concentración, por ende disminuir el ruido. Y seguro que generaría más empleos.
Esto son sólo ideas, y podrían ser válidas también para otros centros turísticos. Los afectados pueden proponer acciones según su realidad, para recuperar un poco la tranquilidad y la salud. Y a lo mejor llegaría más gente, porque son varios los comentarios que he escuchado al respecto. La bahía es preciosa, aún con el ruido me encanta… por un rato. ¿Por qué no hacerla aún más atractiva y acogedora?
El problema es que parece que ruido y turismo son inseparables. Los gigantes amplificadores de sonido no faltan en las actividades culturales y ferias, en cualquier ciudad, a tal punto que los parques retumban y se habla a gritos para conversar entre los visitantes o con los vendedores. Y no se puede apreciar la música o la poesía. ¿Por qué no un sistema de sonido con varios amplificadores de menor potencia? De tal manera que se escuche bien y sea agradable desde todos los ángulos, sin afectar el disfrute de la actividad.
Y ojalá que en la isla de Ometepe se comience a prevenir antes de que el ruido seque el “Oasis de paz”.
Dice la Carta de Turismo Sostenible de Lanzarote: “El desarrollo turístico deberá fundamentarse sobre criterios de sostenibilidad, es decir, ha de ser soportable ecológicamente a largo plazo, viable económicamente y equitativo desde una perspectiva ética y social para las comunidades locales.” Si el turismo genera riqueza en detrimento del medioambiente y de la salud de la población, no contribuye al desarrollo sostenible.
Según la Constitución, todos tenemos derecho a un ambiente saludable lo mismo que al trabajo. Y estos derechos no tienen por qué ser excluyentes, lo que se necesita es regular las actividades y hacer de la industria sin chimenea, también un negocio sin bocinas.
El turismo es uno de los motores que impulsan la economía, pero también implica impactos socioculturales y ambientales (positivos y negativos). Requiere de la población y del medioambiente, por tanto debe respetarlos y protegerlos. Y la comunidad necesita del turismo. Entonces, es bueno organizarse de forma que todos los sectores armonicen para beneficio mutuo, aunque la Ley de General Turismo no contempla derechos y obligaciones para los pobladores, como lo hace para turistas y empresas del sector.
Hace poco me llamó un señor de San Juan del Sur, me contaba que ya no aguantan el ruido, que necesitan del turismo, pero no es preciso estar las 24 horas con música ni tenerla al máximo volumen. Que han reclamado de varias formas y no les resuelven. Sería interesante encuestas de satisfacción también para los pobladores, no sólo para los turistas.
El Reglamento de alimentos, bebidas y diversiones, establece que la empresa será responsable de tomar las medidas necesarias para evitar que residuos, olores, ruidos u otras situaciones molestas, incomoden los espacios públicos y vecinos. Entonces, la evaluación de la calidad de los locales debería incluir la calidad del ambiente acústico y la no afectación del entorno. Pero en los restaurantes del frente costero, el ruido es tan estridente que no se puede disfrutar a la vez de un almuerzo y la vista al mar.
La salud del medioambiente nos dice cómo está la salud de la población. También nos da referencia de la educación y desarrollo del país. Y si hay ruido, como éste enferma, no habría por qué esperar que los habitantes denuncien y demanden atención. Parece que todavía no nos hemos clarificado de los efectos que causa y lo consideramos como algo a lo que nos podemos acostumbrar, más aún si las actividades generan divisas. Pero ambas cosas pueden darse y hacer turismo sin tanto ruido
En algunos casos se toma la tranquilidad como condición para elegir el destino. Y si no se tiene en cuenta, el hecho es que los turistas permanecen sólo unos días, o pueden buscar un hotel retirado o con debido aislamiento acústico. Mientras que los habitantes están todos los días obligados a escuchar la música en vivo y los equipos de sonido hasta el amanecer. Luego viene la limpieza de locales y calles y la entrada de vehículos. Descansar les es imposible.
La citada Carta de Lanzarote dice: “La contribución activa del turismo al desarrollo sostenible presupone necesariamente la solidaridad, el respeto mutuo y la participación de todos los actores implicados en el proceso, tanto públicos como privados.” Esto nos lleva a la necesidad involucrar a la comunidad. Sin embargo, cuando no se le tiene en cuenta ni se han tomado medidas de control, debe unirse para que se propicie un ambiente que no perjudique su salud, pues “toda opción de desarrollo turístico debe repercutir de forma efectiva en la mejora de la calidad de vida de la población”, según la Carta, que me dio más elementos que las leyes nacionales, en este aspecto. Y no puede mejorar la calidad de vida, si la gente se enferma.
En general, se necesita una regulación para que el turismo contribuya con el ambiente acústicamente saludable. Es tarea de todas las instituciones y sectores involucrados. Y no sólo implica normar niveles sonoros, sino una serie de medidas preventivas y correctivas, desde que se solicita el permiso para la actividad: ubicación, construcción, horario, parqueos. Regulación del tráfico, incluido el uso de la bocina y la música dentro del vehículo. Podría haber supervisores ambientales que vean, además de las otras formas de contaminación, la problemática del ruido.
También es necesario tomar en cuenta el uso de equipos portátiles entre los turistas, pues cada quien lleva su grabadora o enciende el equipo del vehículo y todos con el máximo volumen. Una campaña de educación ambiental ayudaría mucho.
Hay otras acciones relacionadas, como establecer un horario para el aseo de locales y calles, ordenamiento de negocios en el frente costero, parqueos retirados de la playa; crear espacios verdes, paseos, vías para bicicletas. Y seguridad. Todo esto permitiría recuperar la playa y evitaría la concentración, por ende disminuir el ruido. Y seguro que generaría más empleos.
Esto son sólo ideas, y podrían ser válidas también para otros centros turísticos. Los afectados pueden proponer acciones según su realidad, para recuperar un poco la tranquilidad y la salud. Y a lo mejor llegaría más gente, porque son varios los comentarios que he escuchado al respecto. La bahía es preciosa, aún con el ruido me encanta… por un rato. ¿Por qué no hacerla aún más atractiva y acogedora?
El problema es que parece que ruido y turismo son inseparables. Los gigantes amplificadores de sonido no faltan en las actividades culturales y ferias, en cualquier ciudad, a tal punto que los parques retumban y se habla a gritos para conversar entre los visitantes o con los vendedores. Y no se puede apreciar la música o la poesía. ¿Por qué no un sistema de sonido con varios amplificadores de menor potencia? De tal manera que se escuche bien y sea agradable desde todos los ángulos, sin afectar el disfrute de la actividad.
Y ojalá que en la isla de Ometepe se comience a prevenir antes de que el ruido seque el “Oasis de paz”.
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