Ruido en Estelí
Es triste escuchar a personas quejarse del ruido, a tal punto que dicen “ya no aguanto”, “siento que la cabeza me va a estallar”, “no sé qué hacer”. Lo escucho desde hace veinte años. Y nos afecta a todos, pero le damos poca importancia porque los efectos, en general, no aparecen inmediatamente.
Pero es dañino, afecta la salud física, síquica y las relaciones vecinales. La tranquilidad, el descanso, la concentración, el sueño, el disfrute de varios derechos humanos, como un ambiente saludable, vivienda digna, etc. Entre los efectos en la salud están: acúfenos (zumbidos en los oídos), pérdida de audición, ansiedad, estrés, dolor de cabeza, náuseas, mareos, afecta el sistema circulatorio, nervioso, digestivo, el aparato fonador (al tener que forzar la voz, como el caso de los maestros).
Últimamente han surgido más negocios como una necesidad de subsistencia, y varios utilizan altoparlantes: camionetas con ventas ambulantes, equipos de sonido en tiendas y ventas de comida. Hasta sermones ambulantes. ¿No se podría moderar el volumen?
El ruido de las motos es omnipresente. A veces se estacionan a cualquier hora, con el motor encendido y ruidos añadidos. Un señor que tiene negocio y vive en casa esquinera, dice que le dan ganas de salir corriendo, porque el estruendo le llega por dos costados y hay un taller cerca. La tranquilidad la rompe también el vecindario, hay personas que, además de tener música a todo volumen, incluso en la acera, hablan a gritos. Cabe destacar que hay sectores tranquilos y que por la noche el problema disminuye, pero el cuerpo ya está cansado y estresado. Un sector que ha crecido mucho en comercio y circulación de vehículos es la salida a La Concordia, del Monumento al Centenario al Este. Allí hay ventas de comida, ropa, verduras, talleres, iglesias, etc., con música a todo volumen. A esto se suman los buses y camiones pesados, que también se estacionan con los motores encendidos, Y los pitazos innecesarios. El tráfico es ensordecedor. Y hay otras actividades que necesitan concentración, como farmacias, clínicas, igual que los hogares. Quizás haga falta planificar otra vía de salida.
Existen leyes y decretos para prevenirlo y controlarlo. Pero la gente no denuncia porque siente que es perder el tiempo, y teme represalias de parte de los negocios ruidosos, y para evitar enemistades. Es competencia de la Policía, la Alcaldía, Ministerio de Salud, del ambiente, etc. Debería ser preocupación primordial de las dependencias encargadas de la salud pública, laboral y la convivencia ciudadana. Y de los programas de educación ambiental y carreras universitarias. Además de las medidas administrativas que puedan tomarse, son necesarias la formación, información y toma de conciencia.
Es una epidemia silenciosa. Un tema que debe tomarse en serio. Porque los efectos son muchos y se suman a los problemas del país, aunque nos parezca exagerado; sin embargo, según la Organización Mundial de la Salud, miles de personas mueren cada año como consecuencia de ruidos fuertes o exposición prolongada. “Solo el ruido del tráfico contribuye a un 3 por ciento de las defunciones por ataques cardíacos en Europa”. Aunque aquí no sea tan intenso, inciden el mal estado de los vehículos y de las calles, además de lo dicho anteriormente.
La autora es docente y comunicadora.