Construyamos oasis de paz sonora
Doraldina Zeledón Úbeda
Con imaginarlos, ya disfruto; pero hay quienes dicen que
de nada sirven campañas contra el no-ruido y a favor de la paz sonora. En parte
es cierto, porque este mal crece junto al “desarrollo”. Pero también hay
personas a quienes les molesta, y buscan la calma, para sacudirse el estrés o huir
del bullicio urbano.
Además, que hay otros problemas, como el virus.
Recordemos que el ruido es una pandemia, que afecta la salud física y síquica y
los derechos humanos. Precisamente por eso son necesarios sitios donde
esperanza y agradecimiento a la Naturaleza, la Vida, la Creación, se junten con
el esparcimiento, donde se pueda disfrutar de la tranquilidad; y al vivir la
experiencia de un paisaje donde predominen los sonidos naturales, aprenderíamos
a valorar la paz ambiental; y apreciaríamos la necesidad de sensibilizarnos
sobre la importancia de un entorno acústicamente saludable. Así, ir creando las
bases para una comunidad respetuosa de los derechos a la vivienda digna, la
privacidad, la salud.
Pero quien valora el silencio y lo desea, al contrario
del ruido que es un sonido no deseado, probablemente no encuentre un lugar para
reposar y re-crearse. Entonces, se podrían construir o destinar oasis verdes de
paz sonora, como un bosque, una montaña. Y plantar árboles, que entre su
importancia, son el hogar para otros seres vivos; podríamos escuchar el canto
de las aves, los sonidos de los demás animales y el viento entre las ramas. El murmullo
del río que se desliza entre piedras y hierbas, o el bramido cuando se desborda
entre rocas. Y la lluvia sobre los árboles y desde los árboles. U oasis azules,
como una playa, donde la música sea de “las olas y el viento” o de las palmeras
y el viento, y también con silencio arquitectónico que no
enmascare lo natural. Un lugar para que, además del paisaje visual, podamos
disfrutar, y hasta grabar, las voces del paisaje sonoro.
Parece un sueño o una utopía. Tengo la convicción de que
es una utopía posible. Por ejemplo, hay ríos por todo el país ¿por qué no
reforestar sus riberas y convertirlas en senderos de paz (y agua)? Y así
tendrían cabida estos sueños. No será ya, pero podemos heredar un sitio y una cultura
de sana convivencia y recreación. Como dice Julio Cortázar, "Tenemos que obligar a la realidad a que responda a nuestros
sueños, hay que seguir soñando hasta abolir la falsa frontera entre lo ilusorio
y lo tangible, hasta realizarnos y descubrir que el paraíso estaba ahí, a la
vuelta de todas las esquinas".
Realmente no existe silencio absoluto, pero esta palabra
tiene varias acepciones, con ella nos referimos al no-ruido, la tranquilidad,
hablar en voz baja, bajar el volumen, o hacer una pausa para escuchar al otro.
Incluso, sin silencios no habría música. Además, entre más silenciosos estemos,
más sonidos podremos escuchar, como la palpitación del corazón, la respiración;
el ruido del hambre, como me dijo una
señora: a mí el único ruido que me interesa es el de las tripas cuando tengo
hambre. Hacer silencio no es callarse ante los problemas, precisamente mediante
él podemos escuchar mejor lo que sucede en nuestro alrededor, como el ruido del
frio filtrado entre falsas paredes, el mudo quejido de los pies descalzos o los
suspiros de las madres.
Construyendo paz sonora: https://doraldina-contraelruido.blogspot.com/