Día de Conciencia sobre el Ruido
Doraldina Zeledón Úbeda
El último miércoles de abril se celebra el
Día Internacional de Conciencia sobre el Ruido. Ojalá que pronto podamos
celebrarlo igual que el Día de la Tierra, sembrando semillas de respeto,
tranquilidad, cultura del no-ruido, para tener un ambiente acústicamente
saludable. Mientras tanto, ¿qué podemos
hacer ante este virus todavía ignorado a pesar de la epidemia?
El ruido contamina el ambiente, afecta flora,
fauna, edificios, monumentos; no sólo al homo sapiens. Interfiere negativamente en la salud,
derechos humanos, comunicación, relaciones, economía, calidad de vida. Es
necesario prevenirlo. Con educación en valores, científica, técnica, jurídica,
en derechos humanos.
Gran parte del ruido se podría evitar con el
ordenamiento territorial y la aplicación de normas para apertura y funcionamiento
de industrias, discotecas, comercio, estadios, escuelas, iglesias, construcción
en general. Si no se supo prevenir, hay que aplicar medidas de control técnico,
administrativo, sanitario.
Hay actividades que generan ruidos y que no
es preciso suspenderlas, trasladarlas o cambiar horario, sino aplicar medidas correctivas. Pero hay casos
en que se deberían suspender o reubicar; aunque, por ejemplo, la fábrica alegue
que cuando se creó el barrio, ya estaba funcionando. En medioambiente, salud,
derechos humanos, primero éstos, según principios de derecho internacional. ¿O
se va permitir que el ruido taladre el oído de los vecinos o les invada la
tranquilidad, porque la empresa o la discoteca se instalaron primero?
No tenemos leyes ni normas técnicas
especiales, ni ordenanzas. Pero hay normas salteadas en leyes y decretos, que se
pueden aplicar. Sin embargo, los afectados se llevan meses y años, sin
encontrar solución. O, ¿qué respuesta ha dado el Ministerio de Salud? ¿Las
Procuradurías de Derecho Ambiental y Derechos Humanos? ¿El Ministerio de Transporte y Construcción? ¿Las alcaldías? ¿La Policía y
el Ministerio del Ambiente? A veces alguna alcaldía atiende, ¿pero cuántos
casos han resuelto?
¿Y qué
hacen el Instituto de Turismo, el Ministerio de Industria y Comercio? ¿Promover
actividades sin medidas para proteger la salud y la tranquilidad? ¿Y cómo responde la Asamblea Nacional, ante la
sequía de leyes? ¿O esperarán los gritos y guerras por ruidos?
¿Y la población? Se queja, pero poco denuncia. Por desconocimiento,
desconfianza, miedo. Y en algunos casos por comodidad: esperar que otros
resuelvan.
Ante estas situaciones los afectados deben
unirse. Informarse sobre leyes y efectos del ruido. Buscar asesoría. Hablar con
los responsables de la fuente de ruido. Si no se puede, interponer la denuncia.
Solicitar a las alcaldías, Ministerio de Salud, medición de los niveles sonoros
en el vecindario, viviendas, dormitorios. En éstos, el nivel sonoro promedio durante
la noche no debe exceder los 30 decibeles. Y pedir que cese la inmisión de
ruidos y respeten sus derechos. Solicitar
copia del informe de medición, inspecciones, resoluciones y notificaciones. Estar
pendientes de los plazos. Y hacer
denuncias públicas por los medios de comunicación.
¿Y qué puede hacer la empresa? Aplicar medidas técnicas. Primero, hay que identificar la
fuente y las causas del ruido: desajuste de piezas de la máquina, falta de
mantenimiento, equipos obsoletos, mal instalados, volumen muy alto, etc., y
actuar conforme.
Si no es posible controlarlo en la fuente,
hay que ver por qué medio se transmite: aire, paredes, instalaciones metálicas,
tuberías. Y establecer medidas, como aislamiento acústico de la maquinaria, amortiguadores,
pantallas anti ruido, paredes y muros totalmente cerrados y recubiertos con
materiales absorbentes, murallas verdes, etc.
Y bueno, ¿por qué tenemos que reclamar? Las
empresas deberían ser amigables y
agradecidas con el ambiente y vecinos que los acogen, en vez de maltratarlos o
ignorarlos. Al menos, deberían pensar en
su imagen.
La autora es comunicadora y abogada.