Doraldina Zeledón Úbeda
El ruido está en todas partes. Perturba la tranquilidad, descanso, economía, convivencia, derechos humanos, concentración, calidad de vida; contamina el ambiente, afecta flora y fauna. Tiene efectos nocivos sobre la salud síquica y física: estrés, dolor de cabeza, náuseas, desequilibrio, disminución o pérdida de audición, hipertensión, problemas cardiovasculares. Según la Organización Mundial de la Salud, “Por encima de los 80 decibeles también puede reducir la actitud cooperativa y aumentar la actitud agresiva”.
Sin embargo, le damos poca importancia. Quizás porque las ondas sonoras que
nos agraden no se ven, como la basura o el humo. Y porque generalmente sus
efectos no son inmediatos.
Pero qué reparador es el sueño, despertarse despejada,
con la mente clara y dispuesta a disfrutar de las cosas buenas que traiga el
nuevo amanecer o saber responder a las no tan buenas. Y qué felicidad trabajar
en paz, terminar la jornada y salir en calma, sosegados. Sin embargo, el ruido
laboral, del ocio, transporte y la vecindad, amenazan nuestra salud y
tranquilidad.
Por eso, el último miércoles de abril se celebra el Día
Internacional de Conciencia Sobre el Ruido, instaurado por la Liga para el
Deficiente Auditivo, en Nueva York, el 24 de abril de 1996. Para informar y sensibilizar sobre los
efectos de esta pandemia invisible. Dentro de las actividades propone un minuto
de silencio, de 2:15 - 2:16 de la tarde.
¿Por qué aquí se ha silenciado la problemática? Quizás por
indiferencia o interés de los poderes: económico, político, religioso, tecnológico,
académico (salvo pocas excepciones), y hasta sindical. Porque no es rentable. Y
más bien genera poder y éste a su vez genera ruido: se retroalimentan el ruido
del poder y el poder del ruido. Y por falta de información, de recursos para
reclamar y por temor a esos poderes. Felizmente algunos medios de comunicación tienen
abiertos sus oídos ante esta problemática. Y estudiantes de Derecho y Medicina,
están incursionado en el tema.
Hace veinte años (2021) me subí al barco de la paz
sonora, por un ambiente acústicamente saludable. He navegado en aguas
tranquilas y turbulentas, me han tratado mal, se han burlado. Es comprensible.
También me han felicitado y apoyado. A veces he naufragado y a veces vislumbro
un puerto seguro.
Por ahora, sigamos construyendo una Nicaragua con menos
ruido, con sonidos agradables, saludables. No en silencio, sino evitando sonar la bocina sin necesidad, creando
ambientes laborales saludables, bajando el volumen a equipos de sonido, publicidad
ambulante y lugares de ocio; evitando trabajos ruidosos en el vecindario
durante la noche, quitar amplificadores de sonido en los negocios, apagar el
motor si está estacionado, instalar tubo de escape en motos, bajar los
decibeles al turismo y la cultura del ruido. Y todo lo que usted pueda agregar.
Principalmente, informándonos, tomando conciencia, ojalá desde los centros de
educación. Ojalá con ordenanzas.
Sería interesante en este año electoral que bajen el
volumen. Y escuchen los “sonidos del silencio” que nos hablan de la urgencia de
paz, tranquilidad, descanso, inviolabilidad del domicilio, protección del
ambiente, incluido el ambiente sonoro saludable.
En este Día de Conciencia Sobre el Ruido, invito a que
hagamos un minuto de silencio y pidamos perdón por no escuchar, teniendo buenos
los oídos.
Gracias a quienes nos han apoyado.
Abril 2021