Pólvora: contra la salud y el ambiente
Doraldina Zeledón Úbeda
Es doloroso ver cómo sufre un niño quemado. Y más doloroso para él. Pero los
efectos de la pólvora son eso y más: es una sustancia explosiva, combustible y
contaminante. Su nombre viene de polvo, por el aspecto de las pequeñas
partículas a que se reducen los materiales para su fabricación. Entre los
elementos usados están el nitrato de amonio, nitrato de potasio, clorato de
potasio, carbón, diesel, gasolina, azufre, azúcar. Algunos no son dañinos por
sí solos, pero está contraindicada la mezcla entre ellos; sin embargo, en la
fabricación de la pólvora se hace lo contrario para que surta efecto. Así, al
entrar en combustión o mezclarse, generan sustancias nocivas. Estos componentes
también se usan para fines importantes, el problema está en cómo se combinen y
en el uso al que se destinen.
El nitrato de amonio genera óxido nitroso, que contamina la atmósfera. El
clorato de potasio irrita la piel y las vías respiratorias, se descompone en
cloro y en óxidos de cloro; corrosivos y muy contaminantes. El azufre, al
combinarse con el oxígeno del aire y con la humedad, forma óxido de azufre, gas
corrosivo y venenoso, de olor muy irritante. Causa náuseas, irritación en la
piel, en los ojos y en las vías respiratorias. El diesel y la gasolina son
altamente combustibles. Producen dolor de cabeza, náuseas, mareos, sueño,
irritación en la piel y en los ojos, y pueden causar fuego o explotar.
Después de las explosiones el aire queda con un olor penetrante y humo cargado
de cenizas, que mediante la respiración se alojan en los pulmones. Afecta
principalmente a personas con problemas respiratorios, como bronquitis, asma,
rinitis. Puede producir alergias, cansancio, tos. Me explicaba un médico, que
cuando el humo (de cualquier actividad) se adhiere a los pulmones queda como el
techo de las casas donde se cocina con leña.
El
dióxido de azufre y los óxidos de nitrógeno provocan la lluvia ácida, que
afecta fuentes de aguas, flora y fauna acuáticas; los árboles, la agricultura;
corroe metales, daña edificios y monumentos. Otro de los derivados de la
pólvora es el dióxido de carbono, uno de los gases de efecto invernadero
responsables del calentamiento global (reducen la emisión del calor de la
Tierra hacia el espacio, lo que provoca mayor calentamiento del planeta). Puede
producir náuseas, vómitos, asfixia.
Hay que agregar los residuos de papel contaminados de tóxicos que alfombran las
calles después de las festividades. También están los incendios, las varillas
de los cohetes que llegan hasta los techos o patios y pueden impactar en las
personas que están tranquilas en sus hogares.
Con respecto al ruido, quienes manipulan la pólvora o están cerca, deberían
protegerse los oídos. Lo mejor es que se retiren. Y recordemos que no sólo
afecta la audición. También hay que aislar a los perros, porque su oído es muy
sensible.
Por
tantos riesgos se regula la producción, almacenamiento, distribución,
transporte y uso de la pólvora. Todos tenemos derecho al trabajo, pero al ser una
actividad peligrosa, debería reducirse paulatinamente. Un quemado es demasiado.
Si no lo hay, también es demasiado; pues los efectos son muchos.
La pólvora fue inventada por los chinos. Los griegos y los árabes la introdujeron en Europa. Los españoles nos trajeron ese regalo, y con ella hicieron explotar el vientre de América para sacarle oro y plata. Su uso no es solo porque sea parte de la cultura, sino por falta de conciencia sobre los efectos que produce. Su práctica evidencia posiciones contradictorias ante la problemática ambiental, de salud y pobreza. Ojalá que se pueda levantar el velo de humo que nos envuelve la razón y se reflexione sobre el daño que produce.
(Un viejo artículo).
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