Día Internacional de Conciencia sobre el Ruido último miércoles de abril

Paz

Alfonsina Storni
Vamos hacia los árboles... el sueño
Se hará en nosotros por virtud celeste.
Vamos hacia los árboles; la noche
Nos será blanda, la tristeza leve. Paz

Vamos hacia los árboles, el alma
Adormecida de perfume agreste.
Pero calla, no hables, sé piadoso;
No despiertes los pájaros que duermen.

.

.
Anidando en el porche

sábado, 23 de octubre de 2010

Autocontrol del ruido

Doraldina Zeledón Úbeda

END - 19:34 - 22/10/2010

No hay nada como imaginar para crear futuro,
ya que lo que hoy es utopía será carne y sangre mañana.
Julio Verne
¿A qué empresa le gusta que le digan que es ruidosa, que violenta los derechos y que enferma? Y peor, que la denuncien. A todas les gusta tener una imagen de prestigio. Que son respetuosas del medio ambiente y los derechos humanos. Algunas tienen esto dentro de sus principios, pero a lo mejor la imagen declarada no es la real. Por ejemplo, algunas apoyan actividades sociales y ambientales, sin embargo, instalan grandes parlantes en las aceras.

Igual pasa con las iglesias evangélicas. Oran por la salud y bienestar de las personas. Las visitan en los hospitales. Son solidarias, no esperan que un enfermo los llame o que los familiares les paguen una oración por un ser querido que pasó a mejor vida. Tampoco andan con prisa. Pero la gente se queja por el ruido. Algunas congregan pocas personas, quizás diez, no necesitan micrófono. Sin embargo, tienen grandes amplificadores de sonido, y afectan el vecindario. Sus buenas acciones son contrarrestadas por el ruido. Quizás por esto algunas han comenzado a controlarlo.

Me contaba una profesora que su iglesia la han acondicionado para no molestar. Seguro que otras seguirán su ejemplo. Y si ya se convencieron de que el ruido afecta, luego instalarán un sistema de sonido que tampoco los afecte a ellos. Que no deje sordos a los que están cerca de los parlantes. Una señora decía que no pueden acondicionar porque son pobres; sin embargo, compran los grandes parlantes. Con ese dinero podrían cerrar bien, instalar cielorraso, para disminuir el nivel sonoro en el vecindario. Las iglesias pequeñas podrían juntarse y construir un solo edifico, con condiciones, no sólo por el ruido, sino para tener más espacio durante sus actividades de convivencia y poder actuar con libertad para orar y expresar su júbilo de la forma que quieran, sin afectar a los demás.

Otra me dijo que a veces la gente se queja por nada, que para sobrevivir hay que ser tolerantes. Sí, entendiendo tolerancia como respeto a las ideas y prácticas diferentes. Pero la normal tolerancia tiene un límite, y entonces tolerar sería sufrir, permitir algo que nos afecta o que transgrede las normas. “Nadie puede eludir la observancia de las leyes, ni impedir a otros el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes, invocando creencias o disposiciones religiosas”, dice el artículo 69 de la Constitución.

Y un evangélico se quejaba de otra iglesia evangélica que lo desveló. Son unos bárbaros, decía. Cuando se vive la experiencia, sabemos que no son necedades sino realidades que llevan a la desesperación. Quien tiene una fuente de ruidos cerca, probablemente se enfermará. Hay personas que para comunicarse por teléfono buscan a donde ir, pues desde su casa no pueden. Algunas se van para mientras pasa el culto. Otras amanecen desveladas por la música de la discoteca y las películas del vecino. O pasan aturdidas todo el día por el ruido de un taller, los ladridos del perro, la música de un comedor o los pitazos de los buses.

También las iglesias católicas deberían revisar su sistema de sonido, pues aunque tienen mejores condiciones y espacio, afectan a sus feligreses ya que el sonido es tan intenso, que las bancas vibran y los decibeles golpean los oídos. Y no digamos las explosiones de pólvora, apañadas como tradición. O más bien, amparados en ésta, perpetuamos costumbres dañinas. Si la ciencia nos dice que el ruido enferma, ¿por qué no buscar opciones saludables?
Cuando empresas, instituciones, transportistas, vecinos, tengan conciencia del problema, cuando asimilen el daño que provocan, comenzarán a controlar su ruido. La situación cambiará, porque lo mejor es actuar cuando estamos convencidos, cuando realmente deseamos ayudar, o por lo menos no perjudicar. Pero con una denuncia de por medio, como que la gente se empecina a continuar con el problema. Entonces, ¿por qué no evitar el ruido? Lo mejor es el autocontrol. Sé de evangélicos preocupados. Quieren que su iglesia crezca, pero que no sea tildada de ruidosa y peor que sea demandada. Es esperanzador, por ejemplo, que un evangélico organice una conferencia sobre efectos de la contaminación sonora. O leer los comentarios de creyentes en contra del ruido en sus iglesias. Es apenas un granito de arena, pero ningún edificio se construye de un solo. Ojalá que la industria, el comercio, el transporte y el ocio se preocupen también.

Es más rápido el autocontrol a que se resuelva con una denuncia. Al menos mientras el proceso siga como diseñado para el desgaste o la renuncia, pues los afectados tienen que andar de Herodes a Pilatos y de mañana en mañana. El proceso se hace eterno y desgasta a ambas partes. Agota, implica recursos, dejar la casa sola o el trabajo Con el autocontrol nadie se sentiría acosado, se evitarían gastos, enemistades, maltratos. Se ahorraría tiempo y recursos en las instituciones. Por supuesto, si no se controlan, hay que denunciar. Sea cual sea la fuente de ruidos. Así será pareja la aplicación de la ley. Pero quien no reclama sus derechos, que no queje después. Y quien continúe haciendo ruido, que tampoco se queje cuando lo denuncien.

http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/86254

viernes, 3 de septiembre de 2010

Los ruidos en la Managua de los años 40 y comienzos de los 50

Hoy (3sep-2010) recibí una triste noticia: falleció un amigo y también amigo de la tranquilidad: el arquitecto Sergio Espinosa, managua por los cuatro costados, como él decía. Don Sergio vivió por muchos años en Canadá, en compañía de su esposa, doña Maritza, y falleció en su añorada ciudad. Me quedó el gusto de haberlo conocido y compartir ideas y esperanzas. También pude disfrutar algunos de sus poemas y pinturas. Espero que nos encontremos algún día en un lugar sin ruidos, para conversar "largo y tendido", como lo teníanos pendiente. Dejo aquí uno de sus artículos, que fue publicado por El Nuevo Diario. Doraldina.

Los ruidos en la Managua de los años 40 y comienzos de los 50
Sergio Espinosa*


Atendiendo una gentil solicitud, quiero referirme en unas cortas notas al ruido ambiental en la Managua de los años 40. Como nací en 34, y siendo de Managua por los cuatro costados, creo que algo puedo aportar sobre el tema. Toda mi niñez y comienzos de la adolescencia transcurrieron en esa década y en la siguiente. Viví durante ese tiempo, del 34 a comienzos de 52 en el barrio de Candelaria. En 52 partí para México, donde permanecí hasta 1957. Entonces regresé y me quedé en Managua hasta junio de 93 en que me volví a ir y ya no regresé más. Escribo atenido nada más a la memoria, todo lo que ese archivo personal me irá dictando y sólo con referencias al primer período citado. No consulté ninguna otra fuente, pero quiero mencionar y agradecer a mi tío Julio Gutiérrez Rivera, más o menos contemporáneo mío, quien me ayudó en este repaso de aquellos días.

No era bulliciosa la Managua de esa época. Los sonidos cotidianos más estridentes eran los pitazos que marcaban las entradas y salidas de los trabajadores en sus labores diarias. Los pitazos estaban a cargo de la Cervecería, la Planta eléctrica, el Cuerpo de Bomberos y la Catedral. Los pitazos eran a las 6 y a las 7 am., a mediodía, a la 1 y a las 5 pm.

Otros ruidos que se sucedían en el transcurso de la jornada eran los timbrazos de los cocheros, y alguno que otro bocinazo. Como había pocos vehículos a motor el deambular de ellos por las calles y callejones de la ciudad no ofrecía problemas. Por lo demás, la vida era tranquila y muy poca gente se apuraba. El ajetreo era alrededor de la Estación del Ferrocarril y a la hora de salida y llegada de los trenes. Los pitazos de las máquinas y las campanadas de la Estación no causaban molestia y eran más bien motivo de regocijo para los vecinos a ambos lados de la vía. Ellos se salían de sus casas para ver el paso del tren. Los buses marchaban con respeto. Creo que la gente de mi edad recuerda bien los buses de dos pisos de la Carioca. Las rutas que recorrían eran: Cementerio, Colón, El Triunfo, La Aviación y Mercado. Las ambulancias y los camiones cisternas de los apaga fuegos eran también escandalosos. Siendo la población mucho más pequeña que la actual, los volúmenes de ruido eran más reducidos.

Los centros de mayor concentración de trabajo eran los mercados Central y San Miguel que quedaban juntos. Eran un problema en el centro de la ciudad por su escaso aseo. Sólo desaparecieron con el terremoto de 73. En este sitio, Santos Ramírez, que había vivido en el extranjero, inauguró el sistema de altoparlantes para promociones comerciales. Ese era un sistema de ruido perturbador, pero que gracias a la inclinación del nica por lo novedoso y escandaloso, fue aceptado y se popularizó sin que nadie se quejara. Los cines, que eran a cielo abierto con excepción del González que era techado, causaban ruido moderado que no alteraba la paz de los vecinos. Las cantinas que quedaban en el centro eran lugares más bien respetados, porque nunca alteraron el orden ni fueron lugares de trifulcas y escándalos. Eran célebres, populares y bien conocidas: Camilo Palito, la Cabaña, Panchito Melodía, La Chispa, Noche Criolla, Petit Café y otras que quedaban en el área central y eran centro de encuentro de la intelectualidad de la época: Ge Erre Ene, Manolo Cuadra, el indio Pantaleón, Rodolfo Arana, Mr. Hit y otros eran sus habitués. Yo veía con admiración y respeto la figura augusta del P. Azarías Pallais, quien se hospedaba en el hotel Primavera, muy cerca de mi casa, y muchas veces se juntaba con ellos.

El Mercado Oriental sólo comenzaba a perfilarse. El Distrito Nacional, el Palacio Nacional, cuya finalización en su construcción apenas comenzaba a servir como sede de casi todos los ministerios, y los Bancos, que eran sólo 3: el Nacional, el Banco de Londres y América del Sur, y el Banco Téfel, eran otros centros de trabajo importantes, así como la Escuela de Artes, y las oficinas de los diarios La Prensa, La Noticia, Flecha y más tarde Novedades. La Tribuna, y La Estrella de Nicaragua tuvieron corta duración.

Otras fuentes de ruido eran las amenizaciones de la banda de guerra cuando los juegos, que se efectuaban en el gimnasio, situado entonces cerca del Colegio de Doña Chepita de Aguerri. Los conciertos que ofrecía la orquesta de la Guardia Nacional en el parque central los jueves y domingos, bajo la dirección del capitán Arturo Picado.

Las pregoneras callejeras del comercio informal que a voz en cuello ofrecían sus mercaderías. Entre ellos sobresalían el afilador con su grito: “siempre se afila” …el vende aserrín, el carboneador, y el hojalatero con el suyo: “va a soldar?..” ellos tenían en común su facha de gente trabajadora, aunque despreocupados en su apariencia.

Una vez al mes, un enorme estruendo producido por el mejor avión de la FAN, un Gruman, que sólo lo sacaban para calentarlo, porque consumía mucho combustible, atraía la atención de los vecinos. Era imponente para la época y estremecía la ciudad cuando volaba.

Las partidas de ganado que eran arriadas hacia la hacienda El Retiro, atrás de la Loma, atravesaban la ciudad desde la estación, produciendo el sobresalto e hilaridad de los muchachos. Una especie de la española fiesta de San Fermín a pequeña escala.

Cohetes, bombas y morterazos en los cumpleaños, serenatas y fiestas religiosas eran algo común y no molestaban a nadie, sobre todo, las de Santo Domingo. Las matracas que sonaban para los días de la Semana Santa reemplazando las campanas que por esos días enmudecían en señal de duelo, ponían el acento trágico apropiado para la solemnidad del momento.

El aserrío de los Hernández era uno de los pocos, estaba situado cerca de la estación, junto a la casa de don Rafael Gutiérrez, progenitor de una distinguida familia. No recuerdo si usaban una circular o una sinfín, pero sí suena en mis oídos aún ese ruido especial del afilado metal cortando la madera.

Y termino con una nota romántica esta página nostálgica: un recuerdo de los alcaravanes que en los grandes patios jardinados de las casas solariegas de entonces, daban la hora, hermoseaban el ambiente, depredaban los mosquitos y servían de guardianes, porque avisaban la presencia de un extraño.

Esa era Managua de aquellos años. Nunca como ahora siento que fue un pasado mejor y más sano, pero que por desgracia, no volverá jamás.

Montreal, 4 de octubre de 2004.
*Sergio Espinosa es arquitecto nicaragüense residente en Canadá.

http://impreso.elnuevodiario.com.ni/2005/09/16/opinion/1244

jueves, 10 de junio de 2010

Calle del comercio: calle del ruido

Doraldina Zeledón Úbeda
END - 20:05 - 09/06/2010

El día del medioambiente estuve en Jinotepe, compartiendo sobre la problemática del ruido con periodistas y funcionarios municipales. Estábamos en un local ubicado en la calle del comercio. Había que gritar, especialmente por los pitazos de los vehículos y un silbato que no sé cuál era su objetivo de sonar y sonar, como si le pagaban más entre más pitaba. Ya me sentía descompensada, como dicen los médicos. Entendí mejor el interés de los periodistas. Y dimos el primer pasito, que con el poder de la comunicación, se multiplicará.

Al final de la actividad, cuando caminábamos por el sector, nos dice Trinidad, periodista promotor del encuentro, ahora vamos al mercado. ¿Acaso esto no es el mercado?, le pregunté. No, ésta es la calle del comercio, antes era un bonito bulevar. Pero mirá, aquí no se puede caminar. Hay un nuevo mercado para reubicarlos, pero no se quieren ir, me respondió. Habría que ver por qué. Y negociar. Lo cual implica ceder ambas partes y buscar soluciones. El objetivo debe ser la tranquilidad de habitantes del sector, transeúntes y compradores. Y dar mejores condiciones a los vendedores, que están a la intemperie y en medio del ruido. Y tienen derecho al trabajo y a un ambiente saludable. Entonces, si les ofrecen un lugar mejor, ¿por qué no aceptarlo? Habría que analizar los argumentos.

En casi todas las ciudades tenemos esta situación. En algunas, los negocios son más ordenados y todavía no se han tomado las calles. De Chinandega me dijeron que el comercio es como un cáncer que se va comiendo la ciudad, que ya no hay lugar para vivir tranquilos, porque además de las ventas, los camiones que se estacionan no apagan el motor, más el ruido que hacen al descargar productos. Igual sucede en la calle del comercio de la turística Granada. Inclusive en la antes tranquila Jinotega, el ruido se ha extendido. En Managua, por todos lados hay ventas en las aceras. En Estelí, la calle del comercio también está ruidosa, sobre todo por la cantidad de vehículos, pero ahí no se han tirado a la calle. Todo esto tiene su razón, el desempleo lleva a buscar una forma para conseguir el sustento. Y la gente no se queja cuando en la acera de su casa se instalan ventas, inclusive con parlantes. Comenzó una canasta con aguacates y mangos o una venta de discos compactos, y después siguen creciendo. Hay que agregar las terminales de transporte, donde, en algunos casos, las calles aledañas se convierten en mercados. Cabe destacar el orden en las terminales de Estelí. Solamente desentonan los taxis que pitan y pitan como si la gente no los viera.

Tenemos derecho a una vivienda digna, ¿pero quién garantiza su cumplimiento? Porque no es sólo tener una casa sino que esté en un ambiente saludable, lo cual incluye que no esté invadida por el ruido. A la gente que vive en las calles de comercio, ¿quién las protege? Las municipalidades deberían construir más mercados o ampliarlos. Y con ordenamiento territorial, la gente no se instalaría en cualquier parte.

Las cámaras de comercio y las instituciones que tienen que ver con el medioambiente y la salud podrían promover un concurso de tiendas o calles organizadas, estéticas, saludables, esto podría motivar. O estas calles convertirlas en peatonales. Y sería bueno que las otras ciudades que no tienen este problema, comiencen a prevenir. Las normas de construcción deberían incluir el aislamiento acústico de las viviendas. En la medida de lo posible, porque en un país tropical y pobre, no podemos asilarlas bien debido al calor y a la falta de recursos, tanto para materiales aislantes, como para sistemas de aire acondicionado, y en algunos casos ni si siquiera ventiladores. Pero al menos no se debería construir las viviendas a la orilla de la acera, y menos los dormitorios.

Es urgente el ordenamiento territorial y una ordenanza sobre ruido o por lo menos un artículo en las ordenanzas ambientales. Y si no se ha incluido, a la hora de aplicarla entender que cuando se habla de contaminación, ahí va incluida la contaminación acústica. También es necesario que la población denuncie. A veces hay camiones estacionados frente a las viviendas, con el motor encendido, o vehículos con publicidad móvil que se parquean con el anuncio sonando. La gente se queja, se enoja, se enferma; pero no denuncia. Algunos dicen que es perder el tiempo, que es pura mentira, que las leyes para nada sirven. Entonces, las autoridades tienen doble tarea: controlar el ruido y recuperar la confianza de la gente.

domingo, 25 de abril de 2010

15º Día internacional de conciencia sobre el ruido

Hoy no haré ruido

Doraldina Zeledón Úbeda
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/73183



Cada último miércoles de abril se celebra el Día internacional de conciencia sobre el ruido. Probablemente aquí tristemente sigamos escuchando los morteros. En otros países se pide un minuto de silencio. Es simbólico. Para ver el resultado del no-ruido serían necesarios unos 60 minutos. Imaginemos qué tranquilidad habría si durante una hora no se suenan las bocinas, si las motocicletas reducen la velocidad y revisan su tubo de escape. Si no se tiran morteros. Si bajamos el volumen. A la radio, la televisión, la conversación, a las discusiones, a los altoparlantes. Y en ese ambiente silencioso reflexionamos sobre todo lo bueno que trae el silencio y el daño que provoca el ruido. En nuestro contexto parece una utopía. Ojalá que pronto se le comience a dar el debido tratamiento. Porque hay campañas, presupuesto y tiempo para otros contaminantes, pero no para el control de la contaminación acústica.

No sé si los que explotan morteros (o quienes los promueven y permiten) van a reflexionar ahora sobre el daño que causan al medioambiente y la salud, y en primer lugar a ellos mismos. Pero seguro que algún día lo harán, cuando sientan los efectos o desarrollen su conciencia ambiental y la cultura de prevención. Ojalá no sea demasiado tarde. Algunos, por su formación, deberían ser promotores de la salud pública y no de la contaminación del ambiente.

Una de las peculiaridades del ruido es que no vemos sus efectos inmediatamente, a no ser que un fuerte impacto nos rompa el tímpano. Y como nos va afectando poco a poco, no le damos importancia. Lo vemos como algo normal, producto de las actividades. A pesar de esto es dañino y está en todas partes. Es la basura acústica que todos creamos, pero que nadie quiere barrer, ni las ONG. Ya es tiempo de que dejemos de verlo como inevitable o menos peligroso. Cuando nos proponemos metas generalmente lo hacemos a largo plazo, pero las conseguimos paso a paso, como cuando el médico nos dosifica el tratamiento. Así podríamos hacer contra esta pandemia: ir de a poquito, proponernos pequeñas metas para combatir los agentes del ruido. Cada sector puede establecer compromisos para hacer menos ruido, en el trabajo, el ocio, la escuela, el hogar, el vecindario.

Un compromiso de parte de quienes hacen ruido, además de quiénes tienen la responsabilidad de evitarlo y controlarlo. El Ministerio de Salud dirá: así como hago con el dengue, desde hoy pondré en práctica una campaña contra el ruido. Ministerio del Ambiente: desde hoy tomaré en cuenta el ruido para los estudios de impacto ambiental. Alcaldías: hoy barreré los altos decibeles de calles y negocios. Policía: hoy decomisaré los morteros y multaré a los vehículos que suenen la bocina sin necesidad. Católicos: desde hoy dejo de explotar pólvora, incluidos los morteros. Los evangélicos, como se les ha criticado tanto, seguramnete ya tienen su plan para predicar sin ruido. Ministerio de Transporte: nada hago por evitar el ruido, hoy propondré una norma técnica. Instituto de Turismo: vamos bien, pero el ruido ya rebasa. Esto enferma a la gente y corre a los turistas. Hoy comenzaré a proteger el ambiente sonoro saludable como un bien muy preciado. Ministerio del Trabajo: hoy controlaré el ruido industrial. Empresarios: hoy revisaremos las máquinas y aires acondicionados ruidosos. Trabajadores: hoy utilizaré protectores auditivos. Maestros: hoy aprenderemos a no arrastrar los pupitres. Asociaciones de consumidores: desde hoy, no más ruido en tiendas, restaurantes y buses. Niños: desde hoy le recordaré a mi papá que no suene la bocina.

Ministerio de Educación: hoy comienzo una campaña informativa y de sensibilización. Procuraduría de Derechos Humanos: el ruido violenta los derechos, me sumo a la campaña. Fiscalía: si el ruido lesiona la salud, es un delito, a partir de hoy escucharé a los afectados por el ruido. Diputados: realmente la paseamos al dejar el ruido como una simple falta, hoy vamos a enmendar ese error. Y ya prepararemos una ley especial. Universidad: tengo parte de responsabilidad, los profesionales los formo yo, hoy comenzaré a preparar un postgrado en acústica. Médicos: hoy tomaré en cuenta el ruido en mis diagnósticos y prescripciones. Radio Nicaragua: necesito que me escuchen, hoy eliminaré el ruido de fondo en mis noticias, debe ser por eso que no me sintonizan. El vecino: hoy bajé el volumen al televisor, ahora sintonizo la música sólo para mí y no para el vecindario. Pasajeros: ya no aguanto más, si el taxista va pitando, me bajo. Y si el bus lleva música estruendosa, también me bajo. Organizaciones de cooperación: hemos dejado a un lado a quienes trabajan contra el ruido, definitivamente hoy comienzo a apoyarlos.

En síntesis, que en todos los sectores e instituciones el compromiso sea: a partir de hoy incluiré el control del ruido en los planes, campañas, estrategias y presupuestos. Y todas las personas: hoy no haré ruido. Y así todos los días, hasta crear un hábito como bañarse. Si cada quien desde su lugar se compromete cada día, de poquito en poquito iremos preservando el ambiente sonoro saludable. Es fácil. Sólo falta voluntad.

Recuerde: el ruido puede producir hipertensión arterial, accidentes cardiovasculares, alteraciones digestivas, estrés, dolor de cabeza, problemas auditivos, pérdida de la concentración, insomnio, malhumor, afectar la voz, la comunicación, la tranquilidad, los derechos humanos, la economía, las relaciones. Por favor, baje el volumen.

domingo, 18 de abril de 2010

¿Compete a la Policía prevenir y controlar el ruido?

Doraldina Zeledón Úbeda

http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/74747

Cierta vez observábamos cómo dos policías parecía que ni se inmutaban ante el ruido de unos parlantes gigantes instalados en la acera de un centro comercial. Más bien daba la impresión de que los estaban resguardando. Y así vemos cómo pasan los vehículos inundando el ambiente con sus bocinazos, y los policías nada hacen. Quizás les molesta, pero no los enviaron a eso, ni han recibido instrucciones y capacitación para actuar en la prevención y control de la contaminación acústica. Y son uno de los sectores afectados por el ruido del tráfico rodado.

Durante una conferencia, una de las participantes dijo que cuando llamaban a la Policía por problemas de ruido, les contestaban que no tenían orientaciones al respecto. En otra ocasión se les llamó para que auxiliaran ante el ruido estremecedor de una discoteca, que no bastándole el alboroto que hacía desde su local, se tomó la calle para un concierto, pero dijeron en la Delegación que era una actividad con permiso de la Policía.

Reflexionando sobre esto me pregunté: ¿Será que los policías no conocen sus leyes? ¿Los mandos superiores no han orientado prevenir y controlar el ruido? ¿Tendremos que recurrir de amparo por estos permisos ilegales y por su inacción ante la contaminación acústica que viola derechos constitucionales? Entonces decidí releerme algunas leyes para ver qué resquicio encontraba como elemento que favoreciera estas respuestas e inacciones. No era necesario leer mucho, en los primeros artículos de la Ley 228 queda clara la razón de ser de la Policía. El artículo primero dice que se regirá en estricto apego a la Constitución Política y que tiene por misión, entre otras, proteger la vida, la integridad, la seguridad de las personas, la preservación del orden público y social interno.

El artículo tres señala entre sus funciones, auxiliar o proteger de manera inmediata a toda persona que así lo requiera, coadyuvar en coordinación con el Ministerio del Ambiente y Recursos Naturales, las Alcaldías y Gobiernos Regionales en la vigilancia y protección del ambiente. Pero no auxiliaron cuando se les llamó. Ni protegieron el ambiente de la contaminación acústica. Quien restableció el orden fue la lluvia que calló a medianoche.

En cuanto al ruido originado por el transporte, “la Seguridad del Tránsito es la especialidad responsable de velar por la adecuada aplicación y cumplimiento de las normas de tránsito contenidas en la ley de la Policía Nacional, y las leyes y reglamentaciones particulares de la materia”. Entre estas leyes está la 431, de circulación vehicular; que, aunque el Reglamento no incluye niveles sonoros máximos, como lo hace con las emisiones de gases, humos y partículas, la Ley si contempla el ruido y las multas ¿Por que no se aplica? ¿Será porque la Policía “se rige por la más estricta disciplina de sus miembros”? (art. 2). Entonces, si no les han orientado la prevención y control del ruido, no actuarán. Y según el principio de legalidad, deben sujetarse a la jerarquía y subordinación. Pero agrega que “la obediencia debida en ningún caso podrá amparar órdenes o acciones que entrañen la ejecución de actos que manifiestamente constituyan delito o sean contrarios a las leyes”. Entonces, si un permiso va contra la Ley, no se debería respetar. Y tampoco deberían amparar inacciones, como no controlar el ruido.

Algunas atribuciones de los Jefes de Delegación son: velar por la conservación del orden público, por la vida y seguridad de las personas y de sus bienes, en el sector que comprende su jurisdicción. Prestar al vecindario el servicio de vigilancia y el pronto y eficaz auxilio a quien lo solicite. Y reitera “velar por el respeto a los derechos humanos de la ciudadanía”. Sin embargo, en las Delegaciones a veces contestan que los permisos se dan desde arriba, entonces no pueden velar por el sector de su jurisdicción, a no ser que actúen respetando el principio de “no amparar órdenes o acciones que entrañen la ejecución de actos que manifiestamente constituyan delito o sean contrarios a las leyes.” Como la Ley no es explícita, hace falta una interpretación, de tal forma que aunque falte un artículo que diga, “mirá Policía, la prevención y control del ruido también te compete”, ésta entienda que si su función es proteger la vida, la salud, los derechos humanos, la tranquilidad, el orden público, también es su función prevenir y controlar la contaminación acústica.

Realmente la tutela del ambiente sonoro saludable no sólo en el caso de la Policía hace falta que esté explícita en las leyes. Ojalá que en las nuevas normativas y en las que se reformen y actualicen, se integre el ruido. Pero la ley no basta. La solución está primero en la capacitación y sensibilización. Hay que recordar que es un tema relativamente nuevo, pero si nunca se comienza, siempre será nuevo. También hay instituciones que participan en el otorgamiento de permisos y licencias sin que se reúnan los requisitos, por lo que contribuyen a crear el problema en vez de aunar esfuerzos para prevenirlo. Y otras a las que también les compete cuidar del medioambiente y la salud, pero parece que todavía no han integrado el ruido en sus planes. También falta en la educación ambiental. Se necesita una especie de superintendencia ambiental, que coordine y controle todas las acciones y omisiones. Y más participación de parte de la población.

doraldinazu@gmail.com

28 de Abril - 15º Día Internacional de Conciencia sobre el ruido


El ruido contamina el ambiente
y afecta la salud

Provoca pérdida de la audición, estrés, dolor de cabeza, náuseas, desequilibrio corporal, afecta el sistema circulatorio, digestivo, nervioso; la respiración; el descanso, el sueño, la concentración, la comunicación, el estudio, el trabajo, la economía, los derechos humanos.

Música, películas, fiestas, deportes a todo volumen; actividades y equipos ruidosos, afectan al vecindario, pasajeros, clientes y trabajadores. Les recordamos:

•conductor, no suene la bocina, revise el tubo de escape, apague el motor cuando se estacione;

•vecino, conductor, comerciante, baje el volumen al equipo de sonido; su música es para usted, permita que los demás escuchen la que prefieran,
•discotecas, iglesias, restaurantes, centros nocturnos, acondicionen su local para evitar emisión de ruidos al vecindario;

•comerciante, empresario, no ubiquen parlantes, ni planta eléctrica en las aceras;

•empresario, administrador, evite ruidos en el ambiente laboral;

•Iglesias, católicas y evangélicas, eviten hacer ruido de parlantes y de pólvora;

•afectados por el ruido, si no hay entendimiento, denuncien a los ruidosos, en la Alcaldía, Ministerio de Salud, Procuraduría Ambiental, Ministerio del Ambiente, Policía, Ministerio Público, Juzgados. Pidan apoyo en los Centros de Derechos Humanos.

•conozcamos las leyes y exijamos que se cumplan.

No más ruido

A propósito del 14º Día Internacional de Conciencia sobre el Ruido

Doraldina Zeledón Úbeda
END - 19:46 - 28/04/2009
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/46412

“No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio dónde escuchar cómo se abren las hojas de los árboles en primavera o cómo aletean los insectos. El ruido parece insultar nuestros oídos. Y, después de todo, ¿para qué sirve la vida si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde de un estanque? Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque”.
Jefe indio Noah Seathl (1854).

Este 29 de abril es el 14º Día Internacional de Conciencia sobre el Ruido, establecido desde 1976 por la Liga para el Deficiente Auditivo, con sede en Nueva York. No hay fecha específica, se celebra el último miércoles de abril.

El ruido está en todas partes, afectando la salud, la tranquilidad, el descanso, la comunicación, la calidad de vida, la economía, la convivencia y los derechos humanos. Esto lo saben muy bien los habitantes del barrio San Cristóbal, donde el ruido de la iglesia “Pozo de Salvación” los tiene condenados a un “pozo de desesperación”, como dicen ellos. Por eso un grupo de vecinos se sumó a la campaña mundial contra el ruido, un mal evitable si las autoridades quisieran.

Pero recordemos que no sólo los ruidos estridentes son perjudiciales, un nivel sonoro continuo de 35 decibeles puede afectar, al impedir el sueño, o en una biblioteca. Un ruido de fondo de 40 decibeles es demasiado en un aula o en un hospital. A pesar de esto y de que existe bastante información, el tema se sigue ignorando. Una de las razones es porque las ondas sonoras que nos agraden no se ven, como la basura o las columnas de humo. Porque generalmente sus efectos no son inmediatos. Y los médicos parece que no lo valoran como causa de enfermedad. También porque, erróneamente, se le considera producto del desarrollo. Y como pocas personas lo denuncian formalmente, las autoridades no se preocupan mucho. Pero sucede igual que con el agua, contaminamos desde el hogar, la recreación, el trabajo, el comercio, los servicios públicos. Y en este caso, hasta con la oración a gritos o con pólvora.

¿Qué podemos hacer hoy y todos los días? Desde el hogar: bajar el volumen a televisores y equipos de sonido, no tirar las puertas ni arrastrar muebles, no gritar. No comprar juguetes ruidosos, que además de perjudicar la salud de los niños, los inducen a la cultura del ruido. Evitar, durante la noche o en la madrugada, actividades que generan ruidos. En fin, respetar el espacio de cada uno y los derechos de los vecinos a la salud, a la tranquilidad y a disfrutar de su vivienda.

En el trabajo, lo primero debería ser capacitar en el tema del ruido y las leyes laborales que lo abordan. Disminuir el ruido o aislar los equipos. Usar protectores auditivos, cuando no se pueda reducir por otro medio. Debería ser obligatorio no sólo facilitar equipos de protección, también que el trabajador los use.

En el transporte, pidamos a los conductores que no piten. Ojalá que los prometidos buses nuevos, no tengan bocinas. Y no sólo los buses, también los taxis van pitando por todos lados. Y que bajen el volumen de su música. Si no lo hacen, bájese. Los vehículos privados también contribuyen, pues sonar la bocina es el deporte nacional. Los conductores deben acostumbrarse a reducir la velocidad, reparar la carrocería. Si llevan carga, amarrarla, para que no suene. Apagar el motor cuando se estacionen. Las cooperativas de transporte deberían capacitar sobre la prevención, control y efectos del ruido. Sería saludable que se comiencen a aplicar las leyes a los transportistas. No he podido entender por qué la Policía no actúa.

Desde la escuela se debe tomar conciencia del problema. El tema se puede abordar en las clases de lenguaje (periódicos, murales, foros, investigación, redacción, escucha), literatura, física, educación cívica, educación musical, ciencias naturales, derechos humanos, educación para la salud y para el consumidor; cultura de paz, medioambiente. Y reducir el ruido de las bandas musicales.

En las universidades, la contaminación acústica, su prevención y control, deberían ser temas de estudios en Derecho, Salud, Arquitectura, Ingeniería, Educación, especialmente en Educación Ambiental. Un postgrado de calidad ambiental o de producción más limpia estaría incompleto sin el tema del ruido. También debería ser materia en medicina forense, en el sistema de justicia. Y en la Academia de Policía; podría ser el inicio de su higiene sonora para que puedan escuchar los bocinazos.

¿Qué hacer ante un conflicto por ruido? Abandonar el papel de víctimas y asumir una actitud activa. Dejar de lamentarnos y quedarnos con los brazos cruzados. Primero, tratar de negociar, si no se puede, hay que denunciarlo. Y exigir a las autoridades que cumplan con su función de proteger la salud y el medioambiente.

El ruido es local, inmediato. Y cada día aumenta, igual que la temperatura. ¿Por qué esperar que otros denuncien el ruido que trota en mi propio oído? Hay que organizarse en cada barrio. Y actuar ya. Sin violencia, porque el ruido es “violencia acústica” y nosotros queremos convivencia, tranquilidad, paz sonora.

doraldinazu@gamil.com