miércoles, 22 de diciembre de 2010
“Enseñarás a volar...pero no volarán tu vuelo”
Doraldina Zeledón Úbeda
END - 21:01 - 21/12/2010
Pero sabrás
que cada vez que ellos vuelen, sueñen,
vivan, canten y piensen...
¡Estará en ellos la semilla
del camino enseñado y aprendido!
Madre Teresa de Calcuta
Desde mi opción por el magisterio, conocí a la profesora Socorro Bonilla. Tuve el placer de ser su alumna en la asignatura “Técnicas de expresión oral”, en la carrera de español. Sí, era placer, porque fue una clase muy bonita. Y exigente. Me gustaba observarla, siempre andaba elegante. Su postura, su vestido y accesorios, sus palabras, todo en ella armonizaba. Su sola presencia hablaba.
Eran sesiones durante las cuales nos daba de todo: rigor, arte, ciencia, sentimientos. Me gustaba, a pesar de la tensión; pues como es lógico, había que expresarse de forma oral. Y cada día sudábamos, esperando que nos llegara el turno de pasar adelante para leer, describir, narrar o argumentar algo. Con ella conocí la declamación coral. Decía que los profesores y las profesoras deberíamos ser artistas.
Lo bonito y lo exigente era aprender a comunicarnos con la voz, el cuerpo, los desplazamientos, la distancia o la cercanía, la mirada, los gestos, el silencio, el sentimiento, la vestimenta, la postura, el formato y tipo de papel que contenía nuestro mensaje; el arreglo del escenario para que no interfiera la comunicación, sino que la permita y la refuerce. Y el uso correcto de las palabras, los sinónimos para evitar el empobrecimiento del lenguaje. Desde encontrar la “palabra exacta”, la estructura de la oración, hasta llegar al discurso, a la organización del pensamiento y su coherencia y enriquecimiento con la expresión oral. Y la coherencia con el ser. Además de todos los requisitos de la forma, las lecturas que seleccionaba tenían un contenido profundo. Recuerdo “El ruiseñor y la rosa” o “Que despierte el leñador”. Las técnicas del discurso se hermanaban con el mensaje para marcar huellas poderosas. Por supuesto, se necesitaba la práctica y dominio del tema que ella tenía.
No olvido el trabajo final. Nos orientó un discurso sobre un escritor nicaragüense. Yo elegí al Dr. Alejandro Dávila Bolaños, que recién lo había matado la guardia de Somoza, de forma terrible. Escribí sobre su vida, la obra y su muerte (lo sacaron del hospital, igual que a otros, los rociaron con gasolina y los quemaron vivos). Recuerdo que cuando leía mi trabajo, se me rodaban las lágrimas, y al ver al público, observé que a varias compañeras les pasaba lo mismo. Era algo muy fuerte y reciente; y me recordaba a familiares y conocidos que murieron durante las insurrecciones de Estelí. Todavía el ruido de los helicópteros rozando el zinc y las miradas de los guardias, me electrizaban la columna. Pensé que no estaba en condiciones de aplicar las técnicas. Y le dije: profesora, ya no puedo seguir. Se me acercó y me contestó, sí puede, lo está haciendo muy bien. Vamos, continúe. Pude contener la emoción y terminé (llorando).
Fue una asignatura que me marcó, además de ser una clase agradable, es útil en todas las profesiones y en cualquier ámbito de la vida. Y sin lugar a dudas, el hecho de aprender a callarme para poder escuchar y observar, fue otro de los elementos que me indujeron a valorar el silencio. O más bien, la ausencia de sonidos molestos, porque el silencio absoluto no existe. Entre más nos callemos, más sonidos escucharemos, inclusive el pensamiento y los sentimientos del interlocutor. Y las voces de nuestro corazón o las que claman sin hablar. O el canto apagado del ruiseñor.
Y cuando en la Universidad me preguntaron si quería impartir la asignatura para la carrera de Periodismo, no la pensé y lo primero que hice fue buscar los folletos de la profesora Socorro Bonilla y hacer mi adaptación. Al evaluar la clase, me preguntaba ¿cómo me evaluaría ella ahora? Porque nos enseñó a volar, pero jamás volaremos su vuelo.
Gracias, Profesora, que un coro de ángeles haya aplaudido a su llegada. Que tenga el escenario ideal para descansar feliz y en paz.
END - 21:01 - 21/12/2010
Pero sabrás
que cada vez que ellos vuelen, sueñen,
vivan, canten y piensen...
¡Estará en ellos la semilla
del camino enseñado y aprendido!
Madre Teresa de Calcuta
Desde mi opción por el magisterio, conocí a la profesora Socorro Bonilla. Tuve el placer de ser su alumna en la asignatura “Técnicas de expresión oral”, en la carrera de español. Sí, era placer, porque fue una clase muy bonita. Y exigente. Me gustaba observarla, siempre andaba elegante. Su postura, su vestido y accesorios, sus palabras, todo en ella armonizaba. Su sola presencia hablaba.
Eran sesiones durante las cuales nos daba de todo: rigor, arte, ciencia, sentimientos. Me gustaba, a pesar de la tensión; pues como es lógico, había que expresarse de forma oral. Y cada día sudábamos, esperando que nos llegara el turno de pasar adelante para leer, describir, narrar o argumentar algo. Con ella conocí la declamación coral. Decía que los profesores y las profesoras deberíamos ser artistas.
Lo bonito y lo exigente era aprender a comunicarnos con la voz, el cuerpo, los desplazamientos, la distancia o la cercanía, la mirada, los gestos, el silencio, el sentimiento, la vestimenta, la postura, el formato y tipo de papel que contenía nuestro mensaje; el arreglo del escenario para que no interfiera la comunicación, sino que la permita y la refuerce. Y el uso correcto de las palabras, los sinónimos para evitar el empobrecimiento del lenguaje. Desde encontrar la “palabra exacta”, la estructura de la oración, hasta llegar al discurso, a la organización del pensamiento y su coherencia y enriquecimiento con la expresión oral. Y la coherencia con el ser. Además de todos los requisitos de la forma, las lecturas que seleccionaba tenían un contenido profundo. Recuerdo “El ruiseñor y la rosa” o “Que despierte el leñador”. Las técnicas del discurso se hermanaban con el mensaje para marcar huellas poderosas. Por supuesto, se necesitaba la práctica y dominio del tema que ella tenía.
No olvido el trabajo final. Nos orientó un discurso sobre un escritor nicaragüense. Yo elegí al Dr. Alejandro Dávila Bolaños, que recién lo había matado la guardia de Somoza, de forma terrible. Escribí sobre su vida, la obra y su muerte (lo sacaron del hospital, igual que a otros, los rociaron con gasolina y los quemaron vivos). Recuerdo que cuando leía mi trabajo, se me rodaban las lágrimas, y al ver al público, observé que a varias compañeras les pasaba lo mismo. Era algo muy fuerte y reciente; y me recordaba a familiares y conocidos que murieron durante las insurrecciones de Estelí. Todavía el ruido de los helicópteros rozando el zinc y las miradas de los guardias, me electrizaban la columna. Pensé que no estaba en condiciones de aplicar las técnicas. Y le dije: profesora, ya no puedo seguir. Se me acercó y me contestó, sí puede, lo está haciendo muy bien. Vamos, continúe. Pude contener la emoción y terminé (llorando).
Fue una asignatura que me marcó, además de ser una clase agradable, es útil en todas las profesiones y en cualquier ámbito de la vida. Y sin lugar a dudas, el hecho de aprender a callarme para poder escuchar y observar, fue otro de los elementos que me indujeron a valorar el silencio. O más bien, la ausencia de sonidos molestos, porque el silencio absoluto no existe. Entre más nos callemos, más sonidos escucharemos, inclusive el pensamiento y los sentimientos del interlocutor. Y las voces de nuestro corazón o las que claman sin hablar. O el canto apagado del ruiseñor.
Y cuando en la Universidad me preguntaron si quería impartir la asignatura para la carrera de Periodismo, no la pensé y lo primero que hice fue buscar los folletos de la profesora Socorro Bonilla y hacer mi adaptación. Al evaluar la clase, me preguntaba ¿cómo me evaluaría ella ahora? Porque nos enseñó a volar, pero jamás volaremos su vuelo.
Gracias, Profesora, que un coro de ángeles haya aplaudido a su llegada. Que tenga el escenario ideal para descansar feliz y en paz.
sábado, 18 de diciembre de 2010
Paradojas de la fe con pólvora
Doraldina Zeledón Úbeda
END - 19:50 - 17/12/2010
Creía que la iglesia católica no podría evitar la explosión de pólvora, que si le pidiera a la población que no dispare cohetes, ésta siempre lo haría. Un sacerdote me aclaró: cuando comenzaban los rezos de la Purísima, lo escuché invitando a sus feligreses, desde una radioemisora. Decía que a las cuatro de la madrugada comienzan a tirar cohetes para que la gente se concentre, pero que la procesión comenzaba a las cinco. Las primeras detonaciones son el reloj despertador... ¡Pudieran dejarme dormir una hora más! Creía que la pólvora no era asunto de los párrocos porque cuando pasa la procesión el cura pide a María por “la salud de los que viven en este sector”.
Nos despiertan con el ruido, contaminan con el olor y las partículas, nos ponen en riesgo con las varillas de los cohetes que, todavía con fuego, caen sobre el zinc, quedan entre los árboles, se clavan en los patios y hasta se ensartan en la ropa tendida. Esto puede herir a alguien o generar incendios, como sucedió en los tramos de pólvora, causado por un cohete que cayó en el patio. Así, mientras piden por la salud, afectan el medioambiente y la salud.
¿Será imposible hacerlo sin pólvora y sin parlantes? Un día pasó una procesión diferente. Me llamó la atención y salí a ver. ¡Qué bonito se escuchaban las voces humanas puras! Y eran más claras que cuando pasan con los parlantes, que anulan las voces de la gente, dejando oír sólo la del cura.
La Policía asegura que la venta y uso de pólvora se haga sin problemas, que no haya quemados ni incendios. ¿Y la contaminación atmosférica? ¿Y el olor que queda en las calles y encerrado en las viviendas? ¿Cuánta gente salió afectada por el ruido? ¿Cuánto estrés causa? Y no es un día, se juntan los rezos a la Purísima, la Virgen de Guadalupe, al Niño Dios y por Año Nuevo.
“Policía: Exitoso “Plan María” 2010”, decía un titular. ¿Es un éxito contaminar el ambiente? ¿Es un éxito enfermar por ruido y con todos los contaminantes que componen la pólvora? En nota sobre el trabajo de los Bomberos, se cita que “el manejo de la pólvora ha estado efectivo”. Si contamina y afecta la salud, ¿habrá manejo efectivo? Además, “sólo hubo siete incendios” por “malas prácticas”. Por buenas prácticas, ¿algún periodista preguntó cuántas pérdidas de audición hubo? Claro, como dice un amigo, la pérdida de audición no es tan espectacular como ver los dedos de la mano volando por el aire.
El Ministerio de Salud se prepara para atender a los quemados. ¿Cuántos también tuvieron pérdida de audición? ¿Cuántos de los que llegan por problemas respiratorios fue por causa de la contaminación? ¿Cuánta presión arterial alta fue a causa del ruido? Cuánta acidez estomacal, náuseas, dolor de cabeza, etc. Sería interesante tener estadísticas.
La Procuraduría Ambiental dice que para ella “el ruido es una prioridad”. Y ha invitado a la población para que denuncie. ¿Por qué no incidir para la prevención en vez de esperar que se queje? Cuando la gente reclama es porque ya el problema se dio y es insoportable; es decir, porque quienes tienen la obligación de prevenir, han fallado. Desde que invitan a denunciar es porque poco hicieron para evitarlo.
El Instituto de Turismo podría impulsar celebraciones sin pólvora, pero ya hasta sobre las aguas del Río San Juan estalló el ruido. A lo mejor también retumbó en el Cañón de Somoto. Y la Alcaldía, responsable por el medioambiente y la salud de los habitantes de su municipio, ¿qué hace para evitar el ruido? Podría fomentar actividades sin amplificadores y sin pólvora.
Y en algunas noticias pareciera que los Medios la promueven, como sucede con la nota titulada “Cuidado con la pólvora de baja calidad. La del dragoncito es la original.” Según la ¿información? ¿publicidad?, esta marca es mejor, no como las “que ponen en riesgo a las personas que manipulan esta pólvora y a la población en general”. La otra, la “buena”, ¿no pone en riesgo el medioambiente y a las personas? Inclusive se recuerda que esta marca “de buena calidad” da instrucciones para manejarla: “en los combos de pólvora que ellos diseñan para niños, jóvenes y adultos viene un menú instructivo donde se indica cómo se debe usar”. Me da la impresión que la redactó el dragoncito.
Así, en medio de contradicciones, con ruido y pólvora le cantamos a la Embajadora de la Paz. Y, desde el Estado laico, se celebra como un acto religioso.
Pero es alentador saber que Nagarote se perfumó con el olor de la flor del madroño para recibir a María y a su Niño: en vez de cortarlos para adorno, sembró más. Ojalá que el Alcalde vele para que el gris olor a pólvora no manche el blanco olor de nuestro árbol nacional. Y que los ruidos estruendosos no enmudezcan los arrullos de la Madre para que nuestro Pipito lindo pueda dormir en Nagarote.

Pintura de Leoncio Sáenz
¿Qué hacer ante la complicidad y omisión de las autoridades?
- Aléjese del lugar donde se explota la pólvora
- Use tapones auditivos
- Donde la contaminación atmosférica es mucha, o si tiene problemas respiratorios, use mascarillas
- Proteja a los niños y a personas mayores
- Proteja a su perro
- Para la próxima, podemos promover celebraciones con coros, sin pólvora y sin parlantes. Cada iglesia, cada escuela, cada barrio podría formar sus grupos. Sería maravilloso oír voces humanas armonizadas en las procesiones y en los altares.
¡Feliz Navidad! Y un Año Nuevo con menos ruido.
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/90559
END - 19:50 - 17/12/2010
Creía que la iglesia católica no podría evitar la explosión de pólvora, que si le pidiera a la población que no dispare cohetes, ésta siempre lo haría. Un sacerdote me aclaró: cuando comenzaban los rezos de la Purísima, lo escuché invitando a sus feligreses, desde una radioemisora. Decía que a las cuatro de la madrugada comienzan a tirar cohetes para que la gente se concentre, pero que la procesión comenzaba a las cinco. Las primeras detonaciones son el reloj despertador... ¡Pudieran dejarme dormir una hora más! Creía que la pólvora no era asunto de los párrocos porque cuando pasa la procesión el cura pide a María por “la salud de los que viven en este sector”.
Nos despiertan con el ruido, contaminan con el olor y las partículas, nos ponen en riesgo con las varillas de los cohetes que, todavía con fuego, caen sobre el zinc, quedan entre los árboles, se clavan en los patios y hasta se ensartan en la ropa tendida. Esto puede herir a alguien o generar incendios, como sucedió en los tramos de pólvora, causado por un cohete que cayó en el patio. Así, mientras piden por la salud, afectan el medioambiente y la salud.
¿Será imposible hacerlo sin pólvora y sin parlantes? Un día pasó una procesión diferente. Me llamó la atención y salí a ver. ¡Qué bonito se escuchaban las voces humanas puras! Y eran más claras que cuando pasan con los parlantes, que anulan las voces de la gente, dejando oír sólo la del cura.
La Policía asegura que la venta y uso de pólvora se haga sin problemas, que no haya quemados ni incendios. ¿Y la contaminación atmosférica? ¿Y el olor que queda en las calles y encerrado en las viviendas? ¿Cuánta gente salió afectada por el ruido? ¿Cuánto estrés causa? Y no es un día, se juntan los rezos a la Purísima, la Virgen de Guadalupe, al Niño Dios y por Año Nuevo.
“Policía: Exitoso “Plan María” 2010”, decía un titular. ¿Es un éxito contaminar el ambiente? ¿Es un éxito enfermar por ruido y con todos los contaminantes que componen la pólvora? En nota sobre el trabajo de los Bomberos, se cita que “el manejo de la pólvora ha estado efectivo”. Si contamina y afecta la salud, ¿habrá manejo efectivo? Además, “sólo hubo siete incendios” por “malas prácticas”. Por buenas prácticas, ¿algún periodista preguntó cuántas pérdidas de audición hubo? Claro, como dice un amigo, la pérdida de audición no es tan espectacular como ver los dedos de la mano volando por el aire.
El Ministerio de Salud se prepara para atender a los quemados. ¿Cuántos también tuvieron pérdida de audición? ¿Cuántos de los que llegan por problemas respiratorios fue por causa de la contaminación? ¿Cuánta presión arterial alta fue a causa del ruido? Cuánta acidez estomacal, náuseas, dolor de cabeza, etc. Sería interesante tener estadísticas.
La Procuraduría Ambiental dice que para ella “el ruido es una prioridad”. Y ha invitado a la población para que denuncie. ¿Por qué no incidir para la prevención en vez de esperar que se queje? Cuando la gente reclama es porque ya el problema se dio y es insoportable; es decir, porque quienes tienen la obligación de prevenir, han fallado. Desde que invitan a denunciar es porque poco hicieron para evitarlo.
El Instituto de Turismo podría impulsar celebraciones sin pólvora, pero ya hasta sobre las aguas del Río San Juan estalló el ruido. A lo mejor también retumbó en el Cañón de Somoto. Y la Alcaldía, responsable por el medioambiente y la salud de los habitantes de su municipio, ¿qué hace para evitar el ruido? Podría fomentar actividades sin amplificadores y sin pólvora.
Y en algunas noticias pareciera que los Medios la promueven, como sucede con la nota titulada “Cuidado con la pólvora de baja calidad. La del dragoncito es la original.” Según la ¿información? ¿publicidad?, esta marca es mejor, no como las “que ponen en riesgo a las personas que manipulan esta pólvora y a la población en general”. La otra, la “buena”, ¿no pone en riesgo el medioambiente y a las personas? Inclusive se recuerda que esta marca “de buena calidad” da instrucciones para manejarla: “en los combos de pólvora que ellos diseñan para niños, jóvenes y adultos viene un menú instructivo donde se indica cómo se debe usar”. Me da la impresión que la redactó el dragoncito.
Así, en medio de contradicciones, con ruido y pólvora le cantamos a la Embajadora de la Paz. Y, desde el Estado laico, se celebra como un acto religioso.
Pero es alentador saber que Nagarote se perfumó con el olor de la flor del madroño para recibir a María y a su Niño: en vez de cortarlos para adorno, sembró más. Ojalá que el Alcalde vele para que el gris olor a pólvora no manche el blanco olor de nuestro árbol nacional. Y que los ruidos estruendosos no enmudezcan los arrullos de la Madre para que nuestro Pipito lindo pueda dormir en Nagarote.

Pintura de Leoncio Sáenz
¿Qué hacer ante la complicidad y omisión de las autoridades?
- Aléjese del lugar donde se explota la pólvora
- Use tapones auditivos
- Donde la contaminación atmosférica es mucha, o si tiene problemas respiratorios, use mascarillas
- Proteja a los niños y a personas mayores
- Proteja a su perro
- Para la próxima, podemos promover celebraciones con coros, sin pólvora y sin parlantes. Cada iglesia, cada escuela, cada barrio podría formar sus grupos. Sería maravilloso oír voces humanas armonizadas en las procesiones y en los altares.
¡Feliz Navidad! Y un Año Nuevo con menos ruido.
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/90559
sábado, 23 de octubre de 2010
Autocontrol del ruido
Doraldina Zeledón Úbeda
END - 19:34 - 22/10/2010
No hay nada como imaginar para crear futuro,
ya que lo que hoy es utopía será carne y sangre mañana.
Julio Verne
¿A qué empresa le gusta que le digan que es ruidosa, que violenta los derechos y que enferma? Y peor, que la denuncien. A todas les gusta tener una imagen de prestigio. Que son respetuosas del medio ambiente y los derechos humanos. Algunas tienen esto dentro de sus principios, pero a lo mejor la imagen declarada no es la real. Por ejemplo, algunas apoyan actividades sociales y ambientales, sin embargo, instalan grandes parlantes en las aceras.
Igual pasa con las iglesias evangélicas. Oran por la salud y bienestar de las personas. Las visitan en los hospitales. Son solidarias, no esperan que un enfermo los llame o que los familiares les paguen una oración por un ser querido que pasó a mejor vida. Tampoco andan con prisa. Pero la gente se queja por el ruido. Algunas congregan pocas personas, quizás diez, no necesitan micrófono. Sin embargo, tienen grandes amplificadores de sonido, y afectan el vecindario. Sus buenas acciones son contrarrestadas por el ruido. Quizás por esto algunas han comenzado a controlarlo.
Me contaba una profesora que su iglesia la han acondicionado para no molestar. Seguro que otras seguirán su ejemplo. Y si ya se convencieron de que el ruido afecta, luego instalarán un sistema de sonido que tampoco los afecte a ellos. Que no deje sordos a los que están cerca de los parlantes. Una señora decía que no pueden acondicionar porque son pobres; sin embargo, compran los grandes parlantes. Con ese dinero podrían cerrar bien, instalar cielorraso, para disminuir el nivel sonoro en el vecindario. Las iglesias pequeñas podrían juntarse y construir un solo edifico, con condiciones, no sólo por el ruido, sino para tener más espacio durante sus actividades de convivencia y poder actuar con libertad para orar y expresar su júbilo de la forma que quieran, sin afectar a los demás.
Otra me dijo que a veces la gente se queja por nada, que para sobrevivir hay que ser tolerantes. Sí, entendiendo tolerancia como respeto a las ideas y prácticas diferentes. Pero la normal tolerancia tiene un límite, y entonces tolerar sería sufrir, permitir algo que nos afecta o que transgrede las normas. “Nadie puede eludir la observancia de las leyes, ni impedir a otros el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes, invocando creencias o disposiciones religiosas”, dice el artículo 69 de la Constitución.
Y un evangélico se quejaba de otra iglesia evangélica que lo desveló. Son unos bárbaros, decía. Cuando se vive la experiencia, sabemos que no son necedades sino realidades que llevan a la desesperación. Quien tiene una fuente de ruidos cerca, probablemente se enfermará. Hay personas que para comunicarse por teléfono buscan a donde ir, pues desde su casa no pueden. Algunas se van para mientras pasa el culto. Otras amanecen desveladas por la música de la discoteca y las películas del vecino. O pasan aturdidas todo el día por el ruido de un taller, los ladridos del perro, la música de un comedor o los pitazos de los buses.
También las iglesias católicas deberían revisar su sistema de sonido, pues aunque tienen mejores condiciones y espacio, afectan a sus feligreses ya que el sonido es tan intenso, que las bancas vibran y los decibeles golpean los oídos. Y no digamos las explosiones de pólvora, apañadas como tradición. O más bien, amparados en ésta, perpetuamos costumbres dañinas. Si la ciencia nos dice que el ruido enferma, ¿por qué no buscar opciones saludables?
Cuando empresas, instituciones, transportistas, vecinos, tengan conciencia del problema, cuando asimilen el daño que provocan, comenzarán a controlar su ruido. La situación cambiará, porque lo mejor es actuar cuando estamos convencidos, cuando realmente deseamos ayudar, o por lo menos no perjudicar. Pero con una denuncia de por medio, como que la gente se empecina a continuar con el problema. Entonces, ¿por qué no evitar el ruido? Lo mejor es el autocontrol. Sé de evangélicos preocupados. Quieren que su iglesia crezca, pero que no sea tildada de ruidosa y peor que sea demandada. Es esperanzador, por ejemplo, que un evangélico organice una conferencia sobre efectos de la contaminación sonora. O leer los comentarios de creyentes en contra del ruido en sus iglesias. Es apenas un granito de arena, pero ningún edificio se construye de un solo. Ojalá que la industria, el comercio, el transporte y el ocio se preocupen también.
Es más rápido el autocontrol a que se resuelva con una denuncia. Al menos mientras el proceso siga como diseñado para el desgaste o la renuncia, pues los afectados tienen que andar de Herodes a Pilatos y de mañana en mañana. El proceso se hace eterno y desgasta a ambas partes. Agota, implica recursos, dejar la casa sola o el trabajo Con el autocontrol nadie se sentiría acosado, se evitarían gastos, enemistades, maltratos. Se ahorraría tiempo y recursos en las instituciones. Por supuesto, si no se controlan, hay que denunciar. Sea cual sea la fuente de ruidos. Así será pareja la aplicación de la ley. Pero quien no reclama sus derechos, que no queje después. Y quien continúe haciendo ruido, que tampoco se queje cuando lo denuncien.
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/86254
END - 19:34 - 22/10/2010
No hay nada como imaginar para crear futuro,
ya que lo que hoy es utopía será carne y sangre mañana.
Julio Verne
¿A qué empresa le gusta que le digan que es ruidosa, que violenta los derechos y que enferma? Y peor, que la denuncien. A todas les gusta tener una imagen de prestigio. Que son respetuosas del medio ambiente y los derechos humanos. Algunas tienen esto dentro de sus principios, pero a lo mejor la imagen declarada no es la real. Por ejemplo, algunas apoyan actividades sociales y ambientales, sin embargo, instalan grandes parlantes en las aceras.
Igual pasa con las iglesias evangélicas. Oran por la salud y bienestar de las personas. Las visitan en los hospitales. Son solidarias, no esperan que un enfermo los llame o que los familiares les paguen una oración por un ser querido que pasó a mejor vida. Tampoco andan con prisa. Pero la gente se queja por el ruido. Algunas congregan pocas personas, quizás diez, no necesitan micrófono. Sin embargo, tienen grandes amplificadores de sonido, y afectan el vecindario. Sus buenas acciones son contrarrestadas por el ruido. Quizás por esto algunas han comenzado a controlarlo.
Me contaba una profesora que su iglesia la han acondicionado para no molestar. Seguro que otras seguirán su ejemplo. Y si ya se convencieron de que el ruido afecta, luego instalarán un sistema de sonido que tampoco los afecte a ellos. Que no deje sordos a los que están cerca de los parlantes. Una señora decía que no pueden acondicionar porque son pobres; sin embargo, compran los grandes parlantes. Con ese dinero podrían cerrar bien, instalar cielorraso, para disminuir el nivel sonoro en el vecindario. Las iglesias pequeñas podrían juntarse y construir un solo edifico, con condiciones, no sólo por el ruido, sino para tener más espacio durante sus actividades de convivencia y poder actuar con libertad para orar y expresar su júbilo de la forma que quieran, sin afectar a los demás.
Otra me dijo que a veces la gente se queja por nada, que para sobrevivir hay que ser tolerantes. Sí, entendiendo tolerancia como respeto a las ideas y prácticas diferentes. Pero la normal tolerancia tiene un límite, y entonces tolerar sería sufrir, permitir algo que nos afecta o que transgrede las normas. “Nadie puede eludir la observancia de las leyes, ni impedir a otros el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes, invocando creencias o disposiciones religiosas”, dice el artículo 69 de la Constitución.
Y un evangélico se quejaba de otra iglesia evangélica que lo desveló. Son unos bárbaros, decía. Cuando se vive la experiencia, sabemos que no son necedades sino realidades que llevan a la desesperación. Quien tiene una fuente de ruidos cerca, probablemente se enfermará. Hay personas que para comunicarse por teléfono buscan a donde ir, pues desde su casa no pueden. Algunas se van para mientras pasa el culto. Otras amanecen desveladas por la música de la discoteca y las películas del vecino. O pasan aturdidas todo el día por el ruido de un taller, los ladridos del perro, la música de un comedor o los pitazos de los buses.
También las iglesias católicas deberían revisar su sistema de sonido, pues aunque tienen mejores condiciones y espacio, afectan a sus feligreses ya que el sonido es tan intenso, que las bancas vibran y los decibeles golpean los oídos. Y no digamos las explosiones de pólvora, apañadas como tradición. O más bien, amparados en ésta, perpetuamos costumbres dañinas. Si la ciencia nos dice que el ruido enferma, ¿por qué no buscar opciones saludables?
Cuando empresas, instituciones, transportistas, vecinos, tengan conciencia del problema, cuando asimilen el daño que provocan, comenzarán a controlar su ruido. La situación cambiará, porque lo mejor es actuar cuando estamos convencidos, cuando realmente deseamos ayudar, o por lo menos no perjudicar. Pero con una denuncia de por medio, como que la gente se empecina a continuar con el problema. Entonces, ¿por qué no evitar el ruido? Lo mejor es el autocontrol. Sé de evangélicos preocupados. Quieren que su iglesia crezca, pero que no sea tildada de ruidosa y peor que sea demandada. Es esperanzador, por ejemplo, que un evangélico organice una conferencia sobre efectos de la contaminación sonora. O leer los comentarios de creyentes en contra del ruido en sus iglesias. Es apenas un granito de arena, pero ningún edificio se construye de un solo. Ojalá que la industria, el comercio, el transporte y el ocio se preocupen también.
Es más rápido el autocontrol a que se resuelva con una denuncia. Al menos mientras el proceso siga como diseñado para el desgaste o la renuncia, pues los afectados tienen que andar de Herodes a Pilatos y de mañana en mañana. El proceso se hace eterno y desgasta a ambas partes. Agota, implica recursos, dejar la casa sola o el trabajo Con el autocontrol nadie se sentiría acosado, se evitarían gastos, enemistades, maltratos. Se ahorraría tiempo y recursos en las instituciones. Por supuesto, si no se controlan, hay que denunciar. Sea cual sea la fuente de ruidos. Así será pareja la aplicación de la ley. Pero quien no reclama sus derechos, que no queje después. Y quien continúe haciendo ruido, que tampoco se queje cuando lo denuncien.
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/86254
viernes, 3 de septiembre de 2010
Los ruidos en la Managua de los años 40 y comienzos de los 50
Hoy (3sep-2010) recibí una triste noticia: falleció un amigo y también amigo de la tranquilidad: el arquitecto Sergio Espinosa, managua por los cuatro costados, como él decía. Don Sergio vivió por muchos años en Canadá, en compañía de su esposa, doña Maritza, y falleció en su añorada ciudad. Me quedó el gusto de haberlo conocido y compartir ideas y esperanzas. También pude disfrutar algunos de sus poemas y pinturas. Espero que nos encontremos algún día en un lugar sin ruidos, para conversar "largo y tendido", como lo teníanos pendiente. Dejo aquí uno de sus artículos, que fue publicado por El Nuevo Diario. Doraldina.
Los ruidos en la Managua de los años 40 y comienzos de los 50
Sergio Espinosa*
Atendiendo una gentil solicitud, quiero referirme en unas cortas notas al ruido ambiental en la Managua de los años 40. Como nací en 34, y siendo de Managua por los cuatro costados, creo que algo puedo aportar sobre el tema. Toda mi niñez y comienzos de la adolescencia transcurrieron en esa década y en la siguiente. Viví durante ese tiempo, del 34 a comienzos de 52 en el barrio de Candelaria. En 52 partí para México, donde permanecí hasta 1957. Entonces regresé y me quedé en Managua hasta junio de 93 en que me volví a ir y ya no regresé más. Escribo atenido nada más a la memoria, todo lo que ese archivo personal me irá dictando y sólo con referencias al primer período citado. No consulté ninguna otra fuente, pero quiero mencionar y agradecer a mi tío Julio Gutiérrez Rivera, más o menos contemporáneo mío, quien me ayudó en este repaso de aquellos días.
No era bulliciosa la Managua de esa época. Los sonidos cotidianos más estridentes eran los pitazos que marcaban las entradas y salidas de los trabajadores en sus labores diarias. Los pitazos estaban a cargo de la Cervecería, la Planta eléctrica, el Cuerpo de Bomberos y la Catedral. Los pitazos eran a las 6 y a las 7 am., a mediodía, a la 1 y a las 5 pm.
Otros ruidos que se sucedían en el transcurso de la jornada eran los timbrazos de los cocheros, y alguno que otro bocinazo. Como había pocos vehículos a motor el deambular de ellos por las calles y callejones de la ciudad no ofrecía problemas. Por lo demás, la vida era tranquila y muy poca gente se apuraba. El ajetreo era alrededor de la Estación del Ferrocarril y a la hora de salida y llegada de los trenes. Los pitazos de las máquinas y las campanadas de la Estación no causaban molestia y eran más bien motivo de regocijo para los vecinos a ambos lados de la vía. Ellos se salían de sus casas para ver el paso del tren. Los buses marchaban con respeto. Creo que la gente de mi edad recuerda bien los buses de dos pisos de la Carioca. Las rutas que recorrían eran: Cementerio, Colón, El Triunfo, La Aviación y Mercado. Las ambulancias y los camiones cisternas de los apaga fuegos eran también escandalosos. Siendo la población mucho más pequeña que la actual, los volúmenes de ruido eran más reducidos.
Los centros de mayor concentración de trabajo eran los mercados Central y San Miguel que quedaban juntos. Eran un problema en el centro de la ciudad por su escaso aseo. Sólo desaparecieron con el terremoto de 73. En este sitio, Santos Ramírez, que había vivido en el extranjero, inauguró el sistema de altoparlantes para promociones comerciales. Ese era un sistema de ruido perturbador, pero que gracias a la inclinación del nica por lo novedoso y escandaloso, fue aceptado y se popularizó sin que nadie se quejara. Los cines, que eran a cielo abierto con excepción del González que era techado, causaban ruido moderado que no alteraba la paz de los vecinos. Las cantinas que quedaban en el centro eran lugares más bien respetados, porque nunca alteraron el orden ni fueron lugares de trifulcas y escándalos. Eran célebres, populares y bien conocidas: Camilo Palito, la Cabaña, Panchito Melodía, La Chispa, Noche Criolla, Petit Café y otras que quedaban en el área central y eran centro de encuentro de la intelectualidad de la época: Ge Erre Ene, Manolo Cuadra, el indio Pantaleón, Rodolfo Arana, Mr. Hit y otros eran sus habitués. Yo veía con admiración y respeto la figura augusta del P. Azarías Pallais, quien se hospedaba en el hotel Primavera, muy cerca de mi casa, y muchas veces se juntaba con ellos.
El Mercado Oriental sólo comenzaba a perfilarse. El Distrito Nacional, el Palacio Nacional, cuya finalización en su construcción apenas comenzaba a servir como sede de casi todos los ministerios, y los Bancos, que eran sólo 3: el Nacional, el Banco de Londres y América del Sur, y el Banco Téfel, eran otros centros de trabajo importantes, así como la Escuela de Artes, y las oficinas de los diarios La Prensa, La Noticia, Flecha y más tarde Novedades. La Tribuna, y La Estrella de Nicaragua tuvieron corta duración.
Otras fuentes de ruido eran las amenizaciones de la banda de guerra cuando los juegos, que se efectuaban en el gimnasio, situado entonces cerca del Colegio de Doña Chepita de Aguerri. Los conciertos que ofrecía la orquesta de la Guardia Nacional en el parque central los jueves y domingos, bajo la dirección del capitán Arturo Picado.
Las pregoneras callejeras del comercio informal que a voz en cuello ofrecían sus mercaderías. Entre ellos sobresalían el afilador con su grito: “siempre se afila” …el vende aserrín, el carboneador, y el hojalatero con el suyo: “va a soldar?..” ellos tenían en común su facha de gente trabajadora, aunque despreocupados en su apariencia.
Una vez al mes, un enorme estruendo producido por el mejor avión de la FAN, un Gruman, que sólo lo sacaban para calentarlo, porque consumía mucho combustible, atraía la atención de los vecinos. Era imponente para la época y estremecía la ciudad cuando volaba.
Las partidas de ganado que eran arriadas hacia la hacienda El Retiro, atrás de la Loma, atravesaban la ciudad desde la estación, produciendo el sobresalto e hilaridad de los muchachos. Una especie de la española fiesta de San Fermín a pequeña escala.
Cohetes, bombas y morterazos en los cumpleaños, serenatas y fiestas religiosas eran algo común y no molestaban a nadie, sobre todo, las de Santo Domingo. Las matracas que sonaban para los días de la Semana Santa reemplazando las campanas que por esos días enmudecían en señal de duelo, ponían el acento trágico apropiado para la solemnidad del momento.
El aserrío de los Hernández era uno de los pocos, estaba situado cerca de la estación, junto a la casa de don Rafael Gutiérrez, progenitor de una distinguida familia. No recuerdo si usaban una circular o una sinfín, pero sí suena en mis oídos aún ese ruido especial del afilado metal cortando la madera.
Y termino con una nota romántica esta página nostálgica: un recuerdo de los alcaravanes que en los grandes patios jardinados de las casas solariegas de entonces, daban la hora, hermoseaban el ambiente, depredaban los mosquitos y servían de guardianes, porque avisaban la presencia de un extraño.
Esa era Managua de aquellos años. Nunca como ahora siento que fue un pasado mejor y más sano, pero que por desgracia, no volverá jamás.
Montreal, 4 de octubre de 2004.
*Sergio Espinosa es arquitecto nicaragüense residente en Canadá.
http://impreso.elnuevodiario.com.ni/2005/09/16/opinion/1244
Los ruidos en la Managua de los años 40 y comienzos de los 50
Sergio Espinosa*
Atendiendo una gentil solicitud, quiero referirme en unas cortas notas al ruido ambiental en la Managua de los años 40. Como nací en 34, y siendo de Managua por los cuatro costados, creo que algo puedo aportar sobre el tema. Toda mi niñez y comienzos de la adolescencia transcurrieron en esa década y en la siguiente. Viví durante ese tiempo, del 34 a comienzos de 52 en el barrio de Candelaria. En 52 partí para México, donde permanecí hasta 1957. Entonces regresé y me quedé en Managua hasta junio de 93 en que me volví a ir y ya no regresé más. Escribo atenido nada más a la memoria, todo lo que ese archivo personal me irá dictando y sólo con referencias al primer período citado. No consulté ninguna otra fuente, pero quiero mencionar y agradecer a mi tío Julio Gutiérrez Rivera, más o menos contemporáneo mío, quien me ayudó en este repaso de aquellos días.
No era bulliciosa la Managua de esa época. Los sonidos cotidianos más estridentes eran los pitazos que marcaban las entradas y salidas de los trabajadores en sus labores diarias. Los pitazos estaban a cargo de la Cervecería, la Planta eléctrica, el Cuerpo de Bomberos y la Catedral. Los pitazos eran a las 6 y a las 7 am., a mediodía, a la 1 y a las 5 pm.
Otros ruidos que se sucedían en el transcurso de la jornada eran los timbrazos de los cocheros, y alguno que otro bocinazo. Como había pocos vehículos a motor el deambular de ellos por las calles y callejones de la ciudad no ofrecía problemas. Por lo demás, la vida era tranquila y muy poca gente se apuraba. El ajetreo era alrededor de la Estación del Ferrocarril y a la hora de salida y llegada de los trenes. Los pitazos de las máquinas y las campanadas de la Estación no causaban molestia y eran más bien motivo de regocijo para los vecinos a ambos lados de la vía. Ellos se salían de sus casas para ver el paso del tren. Los buses marchaban con respeto. Creo que la gente de mi edad recuerda bien los buses de dos pisos de la Carioca. Las rutas que recorrían eran: Cementerio, Colón, El Triunfo, La Aviación y Mercado. Las ambulancias y los camiones cisternas de los apaga fuegos eran también escandalosos. Siendo la población mucho más pequeña que la actual, los volúmenes de ruido eran más reducidos.
Los centros de mayor concentración de trabajo eran los mercados Central y San Miguel que quedaban juntos. Eran un problema en el centro de la ciudad por su escaso aseo. Sólo desaparecieron con el terremoto de 73. En este sitio, Santos Ramírez, que había vivido en el extranjero, inauguró el sistema de altoparlantes para promociones comerciales. Ese era un sistema de ruido perturbador, pero que gracias a la inclinación del nica por lo novedoso y escandaloso, fue aceptado y se popularizó sin que nadie se quejara. Los cines, que eran a cielo abierto con excepción del González que era techado, causaban ruido moderado que no alteraba la paz de los vecinos. Las cantinas que quedaban en el centro eran lugares más bien respetados, porque nunca alteraron el orden ni fueron lugares de trifulcas y escándalos. Eran célebres, populares y bien conocidas: Camilo Palito, la Cabaña, Panchito Melodía, La Chispa, Noche Criolla, Petit Café y otras que quedaban en el área central y eran centro de encuentro de la intelectualidad de la época: Ge Erre Ene, Manolo Cuadra, el indio Pantaleón, Rodolfo Arana, Mr. Hit y otros eran sus habitués. Yo veía con admiración y respeto la figura augusta del P. Azarías Pallais, quien se hospedaba en el hotel Primavera, muy cerca de mi casa, y muchas veces se juntaba con ellos.
El Mercado Oriental sólo comenzaba a perfilarse. El Distrito Nacional, el Palacio Nacional, cuya finalización en su construcción apenas comenzaba a servir como sede de casi todos los ministerios, y los Bancos, que eran sólo 3: el Nacional, el Banco de Londres y América del Sur, y el Banco Téfel, eran otros centros de trabajo importantes, así como la Escuela de Artes, y las oficinas de los diarios La Prensa, La Noticia, Flecha y más tarde Novedades. La Tribuna, y La Estrella de Nicaragua tuvieron corta duración.
Otras fuentes de ruido eran las amenizaciones de la banda de guerra cuando los juegos, que se efectuaban en el gimnasio, situado entonces cerca del Colegio de Doña Chepita de Aguerri. Los conciertos que ofrecía la orquesta de la Guardia Nacional en el parque central los jueves y domingos, bajo la dirección del capitán Arturo Picado.
Las pregoneras callejeras del comercio informal que a voz en cuello ofrecían sus mercaderías. Entre ellos sobresalían el afilador con su grito: “siempre se afila” …el vende aserrín, el carboneador, y el hojalatero con el suyo: “va a soldar?..” ellos tenían en común su facha de gente trabajadora, aunque despreocupados en su apariencia.
Una vez al mes, un enorme estruendo producido por el mejor avión de la FAN, un Gruman, que sólo lo sacaban para calentarlo, porque consumía mucho combustible, atraía la atención de los vecinos. Era imponente para la época y estremecía la ciudad cuando volaba.
Las partidas de ganado que eran arriadas hacia la hacienda El Retiro, atrás de la Loma, atravesaban la ciudad desde la estación, produciendo el sobresalto e hilaridad de los muchachos. Una especie de la española fiesta de San Fermín a pequeña escala.
Cohetes, bombas y morterazos en los cumpleaños, serenatas y fiestas religiosas eran algo común y no molestaban a nadie, sobre todo, las de Santo Domingo. Las matracas que sonaban para los días de la Semana Santa reemplazando las campanas que por esos días enmudecían en señal de duelo, ponían el acento trágico apropiado para la solemnidad del momento.
El aserrío de los Hernández era uno de los pocos, estaba situado cerca de la estación, junto a la casa de don Rafael Gutiérrez, progenitor de una distinguida familia. No recuerdo si usaban una circular o una sinfín, pero sí suena en mis oídos aún ese ruido especial del afilado metal cortando la madera.
Y termino con una nota romántica esta página nostálgica: un recuerdo de los alcaravanes que en los grandes patios jardinados de las casas solariegas de entonces, daban la hora, hermoseaban el ambiente, depredaban los mosquitos y servían de guardianes, porque avisaban la presencia de un extraño.
Esa era Managua de aquellos años. Nunca como ahora siento que fue un pasado mejor y más sano, pero que por desgracia, no volverá jamás.
Montreal, 4 de octubre de 2004.
*Sergio Espinosa es arquitecto nicaragüense residente en Canadá.
http://impreso.elnuevodiario.com.ni/2005/09/16/opinion/1244
jueves, 10 de junio de 2010
Calle del comercio: calle del ruido
Doraldina Zeledón Úbeda
END - 20:05 - 09/06/2010
El día del medioambiente estuve en Jinotepe, compartiendo sobre la problemática del ruido con periodistas y funcionarios municipales. Estábamos en un local ubicado en la calle del comercio. Había que gritar, especialmente por los pitazos de los vehículos y un silbato que no sé cuál era su objetivo de sonar y sonar, como si le pagaban más entre más pitaba. Ya me sentía descompensada, como dicen los médicos. Entendí mejor el interés de los periodistas. Y dimos el primer pasito, que con el poder de la comunicación, se multiplicará.
Al final de la actividad, cuando caminábamos por el sector, nos dice Trinidad, periodista promotor del encuentro, ahora vamos al mercado. ¿Acaso esto no es el mercado?, le pregunté. No, ésta es la calle del comercio, antes era un bonito bulevar. Pero mirá, aquí no se puede caminar. Hay un nuevo mercado para reubicarlos, pero no se quieren ir, me respondió. Habría que ver por qué. Y negociar. Lo cual implica ceder ambas partes y buscar soluciones. El objetivo debe ser la tranquilidad de habitantes del sector, transeúntes y compradores. Y dar mejores condiciones a los vendedores, que están a la intemperie y en medio del ruido. Y tienen derecho al trabajo y a un ambiente saludable. Entonces, si les ofrecen un lugar mejor, ¿por qué no aceptarlo? Habría que analizar los argumentos.
En casi todas las ciudades tenemos esta situación. En algunas, los negocios son más ordenados y todavía no se han tomado las calles. De Chinandega me dijeron que el comercio es como un cáncer que se va comiendo la ciudad, que ya no hay lugar para vivir tranquilos, porque además de las ventas, los camiones que se estacionan no apagan el motor, más el ruido que hacen al descargar productos. Igual sucede en la calle del comercio de la turística Granada. Inclusive en la antes tranquila Jinotega, el ruido se ha extendido. En Managua, por todos lados hay ventas en las aceras. En Estelí, la calle del comercio también está ruidosa, sobre todo por la cantidad de vehículos, pero ahí no se han tirado a la calle. Todo esto tiene su razón, el desempleo lleva a buscar una forma para conseguir el sustento. Y la gente no se queja cuando en la acera de su casa se instalan ventas, inclusive con parlantes. Comenzó una canasta con aguacates y mangos o una venta de discos compactos, y después siguen creciendo. Hay que agregar las terminales de transporte, donde, en algunos casos, las calles aledañas se convierten en mercados. Cabe destacar el orden en las terminales de Estelí. Solamente desentonan los taxis que pitan y pitan como si la gente no los viera.
Tenemos derecho a una vivienda digna, ¿pero quién garantiza su cumplimiento? Porque no es sólo tener una casa sino que esté en un ambiente saludable, lo cual incluye que no esté invadida por el ruido. A la gente que vive en las calles de comercio, ¿quién las protege? Las municipalidades deberían construir más mercados o ampliarlos. Y con ordenamiento territorial, la gente no se instalaría en cualquier parte.
Las cámaras de comercio y las instituciones que tienen que ver con el medioambiente y la salud podrían promover un concurso de tiendas o calles organizadas, estéticas, saludables, esto podría motivar. O estas calles convertirlas en peatonales. Y sería bueno que las otras ciudades que no tienen este problema, comiencen a prevenir. Las normas de construcción deberían incluir el aislamiento acústico de las viviendas. En la medida de lo posible, porque en un país tropical y pobre, no podemos asilarlas bien debido al calor y a la falta de recursos, tanto para materiales aislantes, como para sistemas de aire acondicionado, y en algunos casos ni si siquiera ventiladores. Pero al menos no se debería construir las viviendas a la orilla de la acera, y menos los dormitorios.
Es urgente el ordenamiento territorial y una ordenanza sobre ruido o por lo menos un artículo en las ordenanzas ambientales. Y si no se ha incluido, a la hora de aplicarla entender que cuando se habla de contaminación, ahí va incluida la contaminación acústica. También es necesario que la población denuncie. A veces hay camiones estacionados frente a las viviendas, con el motor encendido, o vehículos con publicidad móvil que se parquean con el anuncio sonando. La gente se queja, se enoja, se enferma; pero no denuncia. Algunos dicen que es perder el tiempo, que es pura mentira, que las leyes para nada sirven. Entonces, las autoridades tienen doble tarea: controlar el ruido y recuperar la confianza de la gente.
END - 20:05 - 09/06/2010
El día del medioambiente estuve en Jinotepe, compartiendo sobre la problemática del ruido con periodistas y funcionarios municipales. Estábamos en un local ubicado en la calle del comercio. Había que gritar, especialmente por los pitazos de los vehículos y un silbato que no sé cuál era su objetivo de sonar y sonar, como si le pagaban más entre más pitaba. Ya me sentía descompensada, como dicen los médicos. Entendí mejor el interés de los periodistas. Y dimos el primer pasito, que con el poder de la comunicación, se multiplicará.
Al final de la actividad, cuando caminábamos por el sector, nos dice Trinidad, periodista promotor del encuentro, ahora vamos al mercado. ¿Acaso esto no es el mercado?, le pregunté. No, ésta es la calle del comercio, antes era un bonito bulevar. Pero mirá, aquí no se puede caminar. Hay un nuevo mercado para reubicarlos, pero no se quieren ir, me respondió. Habría que ver por qué. Y negociar. Lo cual implica ceder ambas partes y buscar soluciones. El objetivo debe ser la tranquilidad de habitantes del sector, transeúntes y compradores. Y dar mejores condiciones a los vendedores, que están a la intemperie y en medio del ruido. Y tienen derecho al trabajo y a un ambiente saludable. Entonces, si les ofrecen un lugar mejor, ¿por qué no aceptarlo? Habría que analizar los argumentos.
En casi todas las ciudades tenemos esta situación. En algunas, los negocios son más ordenados y todavía no se han tomado las calles. De Chinandega me dijeron que el comercio es como un cáncer que se va comiendo la ciudad, que ya no hay lugar para vivir tranquilos, porque además de las ventas, los camiones que se estacionan no apagan el motor, más el ruido que hacen al descargar productos. Igual sucede en la calle del comercio de la turística Granada. Inclusive en la antes tranquila Jinotega, el ruido se ha extendido. En Managua, por todos lados hay ventas en las aceras. En Estelí, la calle del comercio también está ruidosa, sobre todo por la cantidad de vehículos, pero ahí no se han tirado a la calle. Todo esto tiene su razón, el desempleo lleva a buscar una forma para conseguir el sustento. Y la gente no se queja cuando en la acera de su casa se instalan ventas, inclusive con parlantes. Comenzó una canasta con aguacates y mangos o una venta de discos compactos, y después siguen creciendo. Hay que agregar las terminales de transporte, donde, en algunos casos, las calles aledañas se convierten en mercados. Cabe destacar el orden en las terminales de Estelí. Solamente desentonan los taxis que pitan y pitan como si la gente no los viera.
Tenemos derecho a una vivienda digna, ¿pero quién garantiza su cumplimiento? Porque no es sólo tener una casa sino que esté en un ambiente saludable, lo cual incluye que no esté invadida por el ruido. A la gente que vive en las calles de comercio, ¿quién las protege? Las municipalidades deberían construir más mercados o ampliarlos. Y con ordenamiento territorial, la gente no se instalaría en cualquier parte.
Las cámaras de comercio y las instituciones que tienen que ver con el medioambiente y la salud podrían promover un concurso de tiendas o calles organizadas, estéticas, saludables, esto podría motivar. O estas calles convertirlas en peatonales. Y sería bueno que las otras ciudades que no tienen este problema, comiencen a prevenir. Las normas de construcción deberían incluir el aislamiento acústico de las viviendas. En la medida de lo posible, porque en un país tropical y pobre, no podemos asilarlas bien debido al calor y a la falta de recursos, tanto para materiales aislantes, como para sistemas de aire acondicionado, y en algunos casos ni si siquiera ventiladores. Pero al menos no se debería construir las viviendas a la orilla de la acera, y menos los dormitorios.
Es urgente el ordenamiento territorial y una ordenanza sobre ruido o por lo menos un artículo en las ordenanzas ambientales. Y si no se ha incluido, a la hora de aplicarla entender que cuando se habla de contaminación, ahí va incluida la contaminación acústica. También es necesario que la población denuncie. A veces hay camiones estacionados frente a las viviendas, con el motor encendido, o vehículos con publicidad móvil que se parquean con el anuncio sonando. La gente se queja, se enoja, se enferma; pero no denuncia. Algunos dicen que es perder el tiempo, que es pura mentira, que las leyes para nada sirven. Entonces, las autoridades tienen doble tarea: controlar el ruido y recuperar la confianza de la gente.
domingo, 25 de abril de 2010
15º Día internacional de conciencia sobre el ruido
Hoy no haré ruido
Doraldina Zeledón Úbeda
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/73183

Cada último miércoles de abril se celebra el Día internacional de conciencia sobre el ruido. Probablemente aquí tristemente sigamos escuchando los morteros. En otros países se pide un minuto de silencio. Es simbólico. Para ver el resultado del no-ruido serían necesarios unos 60 minutos. Imaginemos qué tranquilidad habría si durante una hora no se suenan las bocinas, si las motocicletas reducen la velocidad y revisan su tubo de escape. Si no se tiran morteros. Si bajamos el volumen. A la radio, la televisión, la conversación, a las discusiones, a los altoparlantes. Y en ese ambiente silencioso reflexionamos sobre todo lo bueno que trae el silencio y el daño que provoca el ruido. En nuestro contexto parece una utopía. Ojalá que pronto se le comience a dar el debido tratamiento. Porque hay campañas, presupuesto y tiempo para otros contaminantes, pero no para el control de la contaminación acústica.
No sé si los que explotan morteros (o quienes los promueven y permiten) van a reflexionar ahora sobre el daño que causan al medioambiente y la salud, y en primer lugar a ellos mismos. Pero seguro que algún día lo harán, cuando sientan los efectos o desarrollen su conciencia ambiental y la cultura de prevención. Ojalá no sea demasiado tarde. Algunos, por su formación, deberían ser promotores de la salud pública y no de la contaminación del ambiente.
Una de las peculiaridades del ruido es que no vemos sus efectos inmediatamente, a no ser que un fuerte impacto nos rompa el tímpano. Y como nos va afectando poco a poco, no le damos importancia. Lo vemos como algo normal, producto de las actividades. A pesar de esto es dañino y está en todas partes. Es la basura acústica que todos creamos, pero que nadie quiere barrer, ni las ONG. Ya es tiempo de que dejemos de verlo como inevitable o menos peligroso. Cuando nos proponemos metas generalmente lo hacemos a largo plazo, pero las conseguimos paso a paso, como cuando el médico nos dosifica el tratamiento. Así podríamos hacer contra esta pandemia: ir de a poquito, proponernos pequeñas metas para combatir los agentes del ruido. Cada sector puede establecer compromisos para hacer menos ruido, en el trabajo, el ocio, la escuela, el hogar, el vecindario.
Un compromiso de parte de quienes hacen ruido, además de quiénes tienen la responsabilidad de evitarlo y controlarlo. El Ministerio de Salud dirá: así como hago con el dengue, desde hoy pondré en práctica una campaña contra el ruido. Ministerio del Ambiente: desde hoy tomaré en cuenta el ruido para los estudios de impacto ambiental. Alcaldías: hoy barreré los altos decibeles de calles y negocios. Policía: hoy decomisaré los morteros y multaré a los vehículos que suenen la bocina sin necesidad. Católicos: desde hoy dejo de explotar pólvora, incluidos los morteros. Los evangélicos, como se les ha criticado tanto, seguramnete ya tienen su plan para predicar sin ruido. Ministerio de Transporte: nada hago por evitar el ruido, hoy propondré una norma técnica. Instituto de Turismo: vamos bien, pero el ruido ya rebasa. Esto enferma a la gente y corre a los turistas. Hoy comenzaré a proteger el ambiente sonoro saludable como un bien muy preciado. Ministerio del Trabajo: hoy controlaré el ruido industrial. Empresarios: hoy revisaremos las máquinas y aires acondicionados ruidosos. Trabajadores: hoy utilizaré protectores auditivos. Maestros: hoy aprenderemos a no arrastrar los pupitres. Asociaciones de consumidores: desde hoy, no más ruido en tiendas, restaurantes y buses. Niños: desde hoy le recordaré a mi papá que no suene la bocina.
Ministerio de Educación: hoy comienzo una campaña informativa y de sensibilización. Procuraduría de Derechos Humanos: el ruido violenta los derechos, me sumo a la campaña. Fiscalía: si el ruido lesiona la salud, es un delito, a partir de hoy escucharé a los afectados por el ruido. Diputados: realmente la paseamos al dejar el ruido como una simple falta, hoy vamos a enmendar ese error. Y ya prepararemos una ley especial. Universidad: tengo parte de responsabilidad, los profesionales los formo yo, hoy comenzaré a preparar un postgrado en acústica. Médicos: hoy tomaré en cuenta el ruido en mis diagnósticos y prescripciones. Radio Nicaragua: necesito que me escuchen, hoy eliminaré el ruido de fondo en mis noticias, debe ser por eso que no me sintonizan. El vecino: hoy bajé el volumen al televisor, ahora sintonizo la música sólo para mí y no para el vecindario. Pasajeros: ya no aguanto más, si el taxista va pitando, me bajo. Y si el bus lleva música estruendosa, también me bajo. Organizaciones de cooperación: hemos dejado a un lado a quienes trabajan contra el ruido, definitivamente hoy comienzo a apoyarlos.
En síntesis, que en todos los sectores e instituciones el compromiso sea: a partir de hoy incluiré el control del ruido en los planes, campañas, estrategias y presupuestos. Y todas las personas: hoy no haré ruido. Y así todos los días, hasta crear un hábito como bañarse. Si cada quien desde su lugar se compromete cada día, de poquito en poquito iremos preservando el ambiente sonoro saludable. Es fácil. Sólo falta voluntad.
Recuerde: el ruido puede producir hipertensión arterial, accidentes cardiovasculares, alteraciones digestivas, estrés, dolor de cabeza, problemas auditivos, pérdida de la concentración, insomnio, malhumor, afectar la voz, la comunicación, la tranquilidad, los derechos humanos, la economía, las relaciones. Por favor, baje el volumen.
Doraldina Zeledón Úbeda
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/73183

Cada último miércoles de abril se celebra el Día internacional de conciencia sobre el ruido. Probablemente aquí tristemente sigamos escuchando los morteros. En otros países se pide un minuto de silencio. Es simbólico. Para ver el resultado del no-ruido serían necesarios unos 60 minutos. Imaginemos qué tranquilidad habría si durante una hora no se suenan las bocinas, si las motocicletas reducen la velocidad y revisan su tubo de escape. Si no se tiran morteros. Si bajamos el volumen. A la radio, la televisión, la conversación, a las discusiones, a los altoparlantes. Y en ese ambiente silencioso reflexionamos sobre todo lo bueno que trae el silencio y el daño que provoca el ruido. En nuestro contexto parece una utopía. Ojalá que pronto se le comience a dar el debido tratamiento. Porque hay campañas, presupuesto y tiempo para otros contaminantes, pero no para el control de la contaminación acústica.
No sé si los que explotan morteros (o quienes los promueven y permiten) van a reflexionar ahora sobre el daño que causan al medioambiente y la salud, y en primer lugar a ellos mismos. Pero seguro que algún día lo harán, cuando sientan los efectos o desarrollen su conciencia ambiental y la cultura de prevención. Ojalá no sea demasiado tarde. Algunos, por su formación, deberían ser promotores de la salud pública y no de la contaminación del ambiente.
Una de las peculiaridades del ruido es que no vemos sus efectos inmediatamente, a no ser que un fuerte impacto nos rompa el tímpano. Y como nos va afectando poco a poco, no le damos importancia. Lo vemos como algo normal, producto de las actividades. A pesar de esto es dañino y está en todas partes. Es la basura acústica que todos creamos, pero que nadie quiere barrer, ni las ONG. Ya es tiempo de que dejemos de verlo como inevitable o menos peligroso. Cuando nos proponemos metas generalmente lo hacemos a largo plazo, pero las conseguimos paso a paso, como cuando el médico nos dosifica el tratamiento. Así podríamos hacer contra esta pandemia: ir de a poquito, proponernos pequeñas metas para combatir los agentes del ruido. Cada sector puede establecer compromisos para hacer menos ruido, en el trabajo, el ocio, la escuela, el hogar, el vecindario.
Un compromiso de parte de quienes hacen ruido, además de quiénes tienen la responsabilidad de evitarlo y controlarlo. El Ministerio de Salud dirá: así como hago con el dengue, desde hoy pondré en práctica una campaña contra el ruido. Ministerio del Ambiente: desde hoy tomaré en cuenta el ruido para los estudios de impacto ambiental. Alcaldías: hoy barreré los altos decibeles de calles y negocios. Policía: hoy decomisaré los morteros y multaré a los vehículos que suenen la bocina sin necesidad. Católicos: desde hoy dejo de explotar pólvora, incluidos los morteros. Los evangélicos, como se les ha criticado tanto, seguramnete ya tienen su plan para predicar sin ruido. Ministerio de Transporte: nada hago por evitar el ruido, hoy propondré una norma técnica. Instituto de Turismo: vamos bien, pero el ruido ya rebasa. Esto enferma a la gente y corre a los turistas. Hoy comenzaré a proteger el ambiente sonoro saludable como un bien muy preciado. Ministerio del Trabajo: hoy controlaré el ruido industrial. Empresarios: hoy revisaremos las máquinas y aires acondicionados ruidosos. Trabajadores: hoy utilizaré protectores auditivos. Maestros: hoy aprenderemos a no arrastrar los pupitres. Asociaciones de consumidores: desde hoy, no más ruido en tiendas, restaurantes y buses. Niños: desde hoy le recordaré a mi papá que no suene la bocina.
Ministerio de Educación: hoy comienzo una campaña informativa y de sensibilización. Procuraduría de Derechos Humanos: el ruido violenta los derechos, me sumo a la campaña. Fiscalía: si el ruido lesiona la salud, es un delito, a partir de hoy escucharé a los afectados por el ruido. Diputados: realmente la paseamos al dejar el ruido como una simple falta, hoy vamos a enmendar ese error. Y ya prepararemos una ley especial. Universidad: tengo parte de responsabilidad, los profesionales los formo yo, hoy comenzaré a preparar un postgrado en acústica. Médicos: hoy tomaré en cuenta el ruido en mis diagnósticos y prescripciones. Radio Nicaragua: necesito que me escuchen, hoy eliminaré el ruido de fondo en mis noticias, debe ser por eso que no me sintonizan. El vecino: hoy bajé el volumen al televisor, ahora sintonizo la música sólo para mí y no para el vecindario. Pasajeros: ya no aguanto más, si el taxista va pitando, me bajo. Y si el bus lleva música estruendosa, también me bajo. Organizaciones de cooperación: hemos dejado a un lado a quienes trabajan contra el ruido, definitivamente hoy comienzo a apoyarlos.
En síntesis, que en todos los sectores e instituciones el compromiso sea: a partir de hoy incluiré el control del ruido en los planes, campañas, estrategias y presupuestos. Y todas las personas: hoy no haré ruido. Y así todos los días, hasta crear un hábito como bañarse. Si cada quien desde su lugar se compromete cada día, de poquito en poquito iremos preservando el ambiente sonoro saludable. Es fácil. Sólo falta voluntad.
Recuerde: el ruido puede producir hipertensión arterial, accidentes cardiovasculares, alteraciones digestivas, estrés, dolor de cabeza, problemas auditivos, pérdida de la concentración, insomnio, malhumor, afectar la voz, la comunicación, la tranquilidad, los derechos humanos, la economía, las relaciones. Por favor, baje el volumen.
domingo, 18 de abril de 2010
¿Compete a la Policía prevenir y controlar el ruido?
Doraldina Zeledón Úbeda
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/74747
Cierta vez observábamos cómo dos policías parecía que ni se inmutaban ante el ruido de unos parlantes gigantes instalados en la acera de un centro comercial. Más bien daba la impresión de que los estaban resguardando. Y así vemos cómo pasan los vehículos inundando el ambiente con sus bocinazos, y los policías nada hacen. Quizás les molesta, pero no los enviaron a eso, ni han recibido instrucciones y capacitación para actuar en la prevención y control de la contaminación acústica. Y son uno de los sectores afectados por el ruido del tráfico rodado.
Durante una conferencia, una de las participantes dijo que cuando llamaban a la Policía por problemas de ruido, les contestaban que no tenían orientaciones al respecto. En otra ocasión se les llamó para que auxiliaran ante el ruido estremecedor de una discoteca, que no bastándole el alboroto que hacía desde su local, se tomó la calle para un concierto, pero dijeron en la Delegación que era una actividad con permiso de la Policía.
Reflexionando sobre esto me pregunté: ¿Será que los policías no conocen sus leyes? ¿Los mandos superiores no han orientado prevenir y controlar el ruido? ¿Tendremos que recurrir de amparo por estos permisos ilegales y por su inacción ante la contaminación acústica que viola derechos constitucionales? Entonces decidí releerme algunas leyes para ver qué resquicio encontraba como elemento que favoreciera estas respuestas e inacciones. No era necesario leer mucho, en los primeros artículos de la Ley 228 queda clara la razón de ser de la Policía. El artículo primero dice que se regirá en estricto apego a la Constitución Política y que tiene por misión, entre otras, proteger la vida, la integridad, la seguridad de las personas, la preservación del orden público y social interno.
El artículo tres señala entre sus funciones, auxiliar o proteger de manera inmediata a toda persona que así lo requiera, coadyuvar en coordinación con el Ministerio del Ambiente y Recursos Naturales, las Alcaldías y Gobiernos Regionales en la vigilancia y protección del ambiente. Pero no auxiliaron cuando se les llamó. Ni protegieron el ambiente de la contaminación acústica. Quien restableció el orden fue la lluvia que calló a medianoche.
En cuanto al ruido originado por el transporte, “la Seguridad del Tránsito es la especialidad responsable de velar por la adecuada aplicación y cumplimiento de las normas de tránsito contenidas en la ley de la Policía Nacional, y las leyes y reglamentaciones particulares de la materia”. Entre estas leyes está la 431, de circulación vehicular; que, aunque el Reglamento no incluye niveles sonoros máximos, como lo hace con las emisiones de gases, humos y partículas, la Ley si contempla el ruido y las multas ¿Por que no se aplica? ¿Será porque la Policía “se rige por la más estricta disciplina de sus miembros”? (art. 2). Entonces, si no les han orientado la prevención y control del ruido, no actuarán. Y según el principio de legalidad, deben sujetarse a la jerarquía y subordinación. Pero agrega que “la obediencia debida en ningún caso podrá amparar órdenes o acciones que entrañen la ejecución de actos que manifiestamente constituyan delito o sean contrarios a las leyes”. Entonces, si un permiso va contra la Ley, no se debería respetar. Y tampoco deberían amparar inacciones, como no controlar el ruido.
Algunas atribuciones de los Jefes de Delegación son: velar por la conservación del orden público, por la vida y seguridad de las personas y de sus bienes, en el sector que comprende su jurisdicción. Prestar al vecindario el servicio de vigilancia y el pronto y eficaz auxilio a quien lo solicite. Y reitera “velar por el respeto a los derechos humanos de la ciudadanía”. Sin embargo, en las Delegaciones a veces contestan que los permisos se dan desde arriba, entonces no pueden velar por el sector de su jurisdicción, a no ser que actúen respetando el principio de “no amparar órdenes o acciones que entrañen la ejecución de actos que manifiestamente constituyan delito o sean contrarios a las leyes.” Como la Ley no es explícita, hace falta una interpretación, de tal forma que aunque falte un artículo que diga, “mirá Policía, la prevención y control del ruido también te compete”, ésta entienda que si su función es proteger la vida, la salud, los derechos humanos, la tranquilidad, el orden público, también es su función prevenir y controlar la contaminación acústica.
Realmente la tutela del ambiente sonoro saludable no sólo en el caso de la Policía hace falta que esté explícita en las leyes. Ojalá que en las nuevas normativas y en las que se reformen y actualicen, se integre el ruido. Pero la ley no basta. La solución está primero en la capacitación y sensibilización. Hay que recordar que es un tema relativamente nuevo, pero si nunca se comienza, siempre será nuevo. También hay instituciones que participan en el otorgamiento de permisos y licencias sin que se reúnan los requisitos, por lo que contribuyen a crear el problema en vez de aunar esfuerzos para prevenirlo. Y otras a las que también les compete cuidar del medioambiente y la salud, pero parece que todavía no han integrado el ruido en sus planes. También falta en la educación ambiental. Se necesita una especie de superintendencia ambiental, que coordine y controle todas las acciones y omisiones. Y más participación de parte de la población.
doraldinazu@gmail.com
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/74747
Cierta vez observábamos cómo dos policías parecía que ni se inmutaban ante el ruido de unos parlantes gigantes instalados en la acera de un centro comercial. Más bien daba la impresión de que los estaban resguardando. Y así vemos cómo pasan los vehículos inundando el ambiente con sus bocinazos, y los policías nada hacen. Quizás les molesta, pero no los enviaron a eso, ni han recibido instrucciones y capacitación para actuar en la prevención y control de la contaminación acústica. Y son uno de los sectores afectados por el ruido del tráfico rodado.
Durante una conferencia, una de las participantes dijo que cuando llamaban a la Policía por problemas de ruido, les contestaban que no tenían orientaciones al respecto. En otra ocasión se les llamó para que auxiliaran ante el ruido estremecedor de una discoteca, que no bastándole el alboroto que hacía desde su local, se tomó la calle para un concierto, pero dijeron en la Delegación que era una actividad con permiso de la Policía.
Reflexionando sobre esto me pregunté: ¿Será que los policías no conocen sus leyes? ¿Los mandos superiores no han orientado prevenir y controlar el ruido? ¿Tendremos que recurrir de amparo por estos permisos ilegales y por su inacción ante la contaminación acústica que viola derechos constitucionales? Entonces decidí releerme algunas leyes para ver qué resquicio encontraba como elemento que favoreciera estas respuestas e inacciones. No era necesario leer mucho, en los primeros artículos de la Ley 228 queda clara la razón de ser de la Policía. El artículo primero dice que se regirá en estricto apego a la Constitución Política y que tiene por misión, entre otras, proteger la vida, la integridad, la seguridad de las personas, la preservación del orden público y social interno.
El artículo tres señala entre sus funciones, auxiliar o proteger de manera inmediata a toda persona que así lo requiera, coadyuvar en coordinación con el Ministerio del Ambiente y Recursos Naturales, las Alcaldías y Gobiernos Regionales en la vigilancia y protección del ambiente. Pero no auxiliaron cuando se les llamó. Ni protegieron el ambiente de la contaminación acústica. Quien restableció el orden fue la lluvia que calló a medianoche.
En cuanto al ruido originado por el transporte, “la Seguridad del Tránsito es la especialidad responsable de velar por la adecuada aplicación y cumplimiento de las normas de tránsito contenidas en la ley de la Policía Nacional, y las leyes y reglamentaciones particulares de la materia”. Entre estas leyes está la 431, de circulación vehicular; que, aunque el Reglamento no incluye niveles sonoros máximos, como lo hace con las emisiones de gases, humos y partículas, la Ley si contempla el ruido y las multas ¿Por que no se aplica? ¿Será porque la Policía “se rige por la más estricta disciplina de sus miembros”? (art. 2). Entonces, si no les han orientado la prevención y control del ruido, no actuarán. Y según el principio de legalidad, deben sujetarse a la jerarquía y subordinación. Pero agrega que “la obediencia debida en ningún caso podrá amparar órdenes o acciones que entrañen la ejecución de actos que manifiestamente constituyan delito o sean contrarios a las leyes”. Entonces, si un permiso va contra la Ley, no se debería respetar. Y tampoco deberían amparar inacciones, como no controlar el ruido.
Algunas atribuciones de los Jefes de Delegación son: velar por la conservación del orden público, por la vida y seguridad de las personas y de sus bienes, en el sector que comprende su jurisdicción. Prestar al vecindario el servicio de vigilancia y el pronto y eficaz auxilio a quien lo solicite. Y reitera “velar por el respeto a los derechos humanos de la ciudadanía”. Sin embargo, en las Delegaciones a veces contestan que los permisos se dan desde arriba, entonces no pueden velar por el sector de su jurisdicción, a no ser que actúen respetando el principio de “no amparar órdenes o acciones que entrañen la ejecución de actos que manifiestamente constituyan delito o sean contrarios a las leyes.” Como la Ley no es explícita, hace falta una interpretación, de tal forma que aunque falte un artículo que diga, “mirá Policía, la prevención y control del ruido también te compete”, ésta entienda que si su función es proteger la vida, la salud, los derechos humanos, la tranquilidad, el orden público, también es su función prevenir y controlar la contaminación acústica.
Realmente la tutela del ambiente sonoro saludable no sólo en el caso de la Policía hace falta que esté explícita en las leyes. Ojalá que en las nuevas normativas y en las que se reformen y actualicen, se integre el ruido. Pero la ley no basta. La solución está primero en la capacitación y sensibilización. Hay que recordar que es un tema relativamente nuevo, pero si nunca se comienza, siempre será nuevo. También hay instituciones que participan en el otorgamiento de permisos y licencias sin que se reúnan los requisitos, por lo que contribuyen a crear el problema en vez de aunar esfuerzos para prevenirlo. Y otras a las que también les compete cuidar del medioambiente y la salud, pero parece que todavía no han integrado el ruido en sus planes. También falta en la educación ambiental. Se necesita una especie de superintendencia ambiental, que coordine y controle todas las acciones y omisiones. Y más participación de parte de la población.
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